Opinión

Jueza Miriam Germán

Jueza Miriam Germán

En los anales judiciales, hay registros de jueces que han actuado con independencia, pulcritud, valentía, aplicando el principio pregonado por el gran jurista romano, Dominio Ulpiano, que definía la justicia como “la constante y perpetua voluntad de darle a cada quien lo suyo”, y Aristóteles decía que “la justicia es tan maravillosa como el lucero de la tarde y la estrella de la mañana. Estas citas encajan perfectamente en las actuaciones de la jueza de la Suprema Corte de Justicia, Miriam Germán Brito.

No sorprende a nadie que la magistrada haya reprochado enérgicamente expresiones ultrajantes del miembro de la Suprema, Frank Soto, quien llegó allí por compromisos políticos, dada su membresía en el PLD y no por méritos acumulados en el Poder Judicial. Desde la posición de procurador general adjunto, saltó al más alto tribunal sin tener siquiera un ejercicio como litigante en los tribunales, escenarios donde se adquiere madures y experiencia.

La jueza Germán Brito tildó de “irrespetuoso, injusto y abusador” a Soto por el acoso desconsiderado que le infiere a la dama, advirtiendo la propia magistrada que él no debe confundir “la prudencia con el miedo”. Ella tiene una gran estatura moral, demostrada fehacientemente desde los cargos de juez de paz, ayudante de la fiscalía del Distrito Nacional, Juez de primera instancia y de la Cámara Penal de la Corte de Apelación de la capital, carrera judicial que el permitió escalar a la Suprema Corte.
En los tiempos difíciles de los 12 años del dictador ilustrado, Joaquín Balaguer, tuvo el valor de rebatir al mandatario unas declaraciones en las que afirmaba que la justicia era una especie de mercado donde se vendían sentencias.

La respuesta de la magistrada estaba contenida en una carta, sin fines mediáticos, que depositó en el departamento de Correspondencias del Palacio Nacional. La misiva la conoció la opinión pública porque el destinatario la envió a los medios de comunicación. En aquella época difícil, de terror y muerte, la única voz que se levantó de los magistrados del orden judicial, fue la de Mirian Germán Brito.

Cualquier abogado puede militar o simpatizar por un partido político determinado, y servir en un puesto en la judicatura, dejando a un lado el sectarismo y administrar justicia, despejado de pasión y con la serenidad que debe caracterizar a un juez en el momento de dictar una sentencia. El presidente de la Suprema Corte, doctor Mariano Germán Mejía, es ejemplo de lo que decimos.

El Nacional

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