Opinión

La agenda del Presidente

La agenda del Presidente

Nuestros recursos naturales constituyen un punto inexcusable en la agenda del Presidente. De atenderlos, oportuna y debidamente,  ocuparían todo su tiempo, echando a un lado inútiles cumbres y viajes que apenas sirven para la proyección personal. El amor, como tarea primordial y verdadera expresión de fe en todos y cada uno de los casi 10 millones de habitantes de este país.

El perímetro comprendido en los 286 kilómetros de ancho por 390 de largo, incluyendo la frontera con Haití, guarda un patrimonio natural, prodigioso en tanto sea amado y atendido con la misma pasión que un padre generoso cuida y protege a sus hijos. Ingente proyecto a ser compartido por líderes regionales con la activa presencia y el fundamental ejemplo del jefe del Estado.

El ambientalista Salvador Ramírez advierte en su libro “Joaquín Balaguer, padre de la ecología nacional”  que nuestros recursos naturales están sometidos a un proceso acelerado de desertificación y degradación, debido a la casi completa pérdida de su cobertura forestal.

El Presidente está en el deber de recorrer, ver y palpar, los árboles, breñas, ríos, casas,  hombres, mujeres y niños de las montañas. El clásico “Vini, Vidi, Vinci”. Vine, vi y vencí, de Julio César, a su vuelta de la guerra de las Galias,  es una frase oportuna.

Entre los cuatro grandes sistemas montañosos, que constituyen la dos tercera parte del territorio dominicano, están la sierra Oriental, la de Neiba y la de Bahoruco. Frank Moya, citando a un oficial español llamado Adriano López Morillo que vivió en el país en el siglo XIX, resalta la belleza y la gracia de las mujeres de las  sierras dominicanas.  De esta belleza y gracia se pierden los jefes estadistas que obvian y olvidan la existencia de estos recursos.

Revisar y actualizarse acerca de la otra tercera parte es conformada por tres valles y cinco llanura costeras, nos recuerda Salvador Ramírez en su obra ricamente documentada. Los cuerpos de aguas interiores más grandes y numerosos del Caribe y los mejores suelos agrícolas de las Antillas, 53,700 hectáreas de suelos de primera calidad y 235,000  hectáreas de suelos mejorables y, de igual modo, altamente cultivables. Éstas y otras  tareas demandan la urgente atención del Presidente. Todo nos los da la tierra  con la bendición de las  aguas de sus ríos: alimento en abundancia, minerales y energía eléctrica al más bajo costo.

El Nacional

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