Opinión

La aldea

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Sin ninguna duda que el tema de la inmigración ocupa y sobre todo preocupa a la comunidad internacional desarrollada. La inmigración tiene apellidos. Son refugiados, emigrantes económicos y los ilegales que en lenguaje políticamente correcto son los indocumentados. En la actualidad se les agrega el apellido de musulmanes.

Luego de la crisis del 2016 con la llegada de millones de “refugiados” a Europa, la Unión Europea logró un acuerdo con Turquía para mantener la llegada de los “refugiados” en Turquía a cambio de la entrega de seis mil millones de euros. Internamente decidió repartir por cuota el número de refugiados en países de la Unión. Parecería que la chequera y la repartición no han dado el resultado esperado. Los “refugiados” siguen llegando.

Actualmente se debate una reforma a las normas de inmigración del llamado reglamento de Dublín para lograr un mecanismo de reparto claro acerca de a quien corresponde asilar a los “inmigrantes ilegales” que arriben por Grecia, Italia y España.

El debate comienza con la propuesta de Francia y Alemania para que los tres países en la primera fila de la llegada de “ilegales” se hagan cargo de todas las solicitudes de asilo de manera permanente. Las cuotas de distribución solo podrán ejecutarse en situaciones de casos de refugiados y en caso de una nueva crisis migratoria y todos los países tendrán que aceptar cuotas obligatorias de acogida.

La respuesta de algunos de los miembros de la Unión Europea no ha tardado. Hungría, Polonia, Eslovaquia, Republica Checa, Letonia y Lituania se niegan a aceptar el reparto obligatorio de refugiados.
El ministro de Interior del nuevo gobierno de Italia, Matteo Salvinin ha sido claro, “se acabó la buena vida, que empiecen a hacer maletas”. El gobierno polaco argumenta los valores cristianos que fundaron Europa y se opone a cuota de refugiados en su mayoría musulmanes.

El Nacional

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