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La amistad verdadera

La amistad verdadera

En mi añejo existir he escuchado a muchas personas afirmar que tienen muchas conocidos o relacionados, pero pocos amigos. Y tienen razones para establecer la diferencia, porque la amistad es uno de los sentimientos más desinteresados, cuando es verdadera. Por lo limitado del espacio dedicado a este artículo, caeré en lamentables omisiones, pero haré mención de algunos de mis más leales y consecuentes amigos.

Discurrían los primeros años de la década del cincuenta, cuando entablé amistad en mi barrio San Miguel con la familia Robles Fermín.
Doña Luz Fermín Ovalles, la matrona de fuerte carácter, era una dama con gran conocimiento del alma humana, y de quien aprendí una inolvidable lección acerca de lo que consideraba uno de los deberes de todo amigo sincero.
Una mañana dominical un par de amigos comunes del barrio entablaron una conversación en su hogar donde hicieron comentarios negativos sobre mí.
Minutos después fueron tomados de brazos por el ama de casa, y plantados en la acera, con el rostro enrojecido por la vergüenza, debido a este arrugón verbal:

-Aquí está terminantemente prohibido hablar mal de mis amigos.

Desde ese día no permito que en mi presencia se emitan frases con términos peyorativos sobre amigos que gozan de mi estimación y aprecio.
Alguien con quien mantengo una sólida amistad de más de medio siglo es Ciro Coll Delgado, pese a que este tiene más de tres décadas con residencia permanente en Estados Unidos.

En más de una ocasión he tenido pruebas fehacientes de su invariable hermandad afectiva, como aquella ocasión en que se enteró de la pelea a puñetazos que sostuve con un amigo común.

-Desde ahora corto todo tipo de relación con él- me dijo, ensombreciendo el rostro bajo una expresión de ira frenada.
-Pero no tienes que hacerlo, porque el pleito nada tuvo que ver contigo- expresé, escuchando de inmediato su respuesta:
-A mí no me interesa la amistad de ningún enemigo suyo.

A Felipe Gil Morales, miguelete fallecido a destiempo, nos unió una estrecha relación amistosa, debido en parte a nuestras respectivas aficiones a las bellas artes, y a la radio y la televisión.

Galardonado varias veces en su trajinar de actor y locutor, dotado de una hermosa voz de timbre abaritonado, siempre afirmaba que yo era su mejor y más consecuente amigo, hasta en entrevistas por los medios de comunicación.

Con Vetilio Suncar Rojas, excelente locutor ya en el oriente eterno, era fácil entablar amistad duradera, por su apego sin fisuras a valores morales.
Nunca en nuestra añeja amistad, le escuché referirse a nadie con términos insultantes, y sí a muchos con frases elogiosas, sobre todo a sus colegas, algo muy raro entre mujeres y hombres del micrófono.

Un amigo entrañable de mis años de adolescencia y primera juventud, Plutarco Suárez, fue ultimado en el año 1959 por la férrea tiranía trujillista, ominoso crimen que me llevó a sufrir una crisis depresiva.

Plutarco y yo dedicábamos horas a cantar a dúo melodías del repertorio de los conjuntos musicales de la época, sobre todo las del original trío Los Panchos, que integraron Gil, Navarro y Avilés.

A veces lo hacíamos en avanzadas horas nocturnas, impidiendo o interrumpiendo el merecido descanso de los vecinos migueletes, algunos de los cuales nos repajilaron con frases descompuestas.

Metido en tiempo presente, debo citar el ejemplar matrimonio compuesto por Juan Bosco Guerrero y Carmen Alceste Heredia, entre los mejores amigos que tenemos mi esposa Yvelisse y yo.

He oído a decenas de personas usar el merecido calificativo de bonachón para aplicárselo al risueño académico, escritor y político, cuya compañía y conversación son una especie de refrigerio emocional.

Carmen, quien goza de gran renombre por sus críticas ponderadas, sopesadas y sapientes sobre espectáculos artísticos da mucho de sí a sus amigos, con los cuales es también exigente en sus lealtades.

Pocas mujeres he conocido que, como ella, mantenga permanente amor casi idolátrico por su marido, en lo cual es totalmente correspondida.
Privilegiados aquellos que como yo, hemos tenido y tenemos amigos verdaderos.

El Nacional

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