Opinión

La biografía difusa

La biografía difusa

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Por química sanguínea, vicisitud histórica, o situación geográfica, la literatura producida por las naciones caribeñas no podía —ni puede— ser igual a la originada en otros lugares del mundo.

La convergencia de lo racial, por un lado, y de lo histórico por el otro, tenía que producir goces y emociones diferentes para la imaginación y singularización de una cultura y, por lo tanto, para la aparición de objetos miméticos muy específicos en donde, por simbiosis generativa, diferentes categorías de elementos, así como una enorme variedad de creencias, han presionado y concretado una evolución atípica, cuyos indicadores han establecido —por la propia acumulación de los objetos producidos— el valor cifrado de una erudición trascendental.

Por eso, los ejemplos concretos de esta producción literaria son palpables: Gabriel García Márquez, Alejo Carpentier, Nicolás Guillén, Juan Bosch, Miguel Otero Silva y José Lezama Lima, entre otros, constituyen una pequeña muestra de productores culturales cuyos textos han sido presionados por la euforia de esta simbiosis, referenciando para sus objetos un universo en que, tanto el tiempo como el espacio, anexan elementos comunes en sus producciones.

Desde luego, sus textos adquieren una amplia gama de variabilidad, sobre todo en cuanto a la interpretación de lo histórico; pero la supervivencia del lugar común para la cultura —del hábitat, ese espacio interconectado por el Mar Caribe—, se manifiesta en las isotopías, en los ritmos, en las múltiples reiteraciones de ciertos asentidos, sobre todo cuando las producciones se internan en la fábula, subvirtiendo muchas veces los propios textos en la magia de una narración que escapa a toda lógica.

García Márquez, verbigracia, enrola como intercalación poética de la realidad lo inverosímil con lo verosímil, a través de lo que él llama “la imaginación desbordada” (Plinio Apuleyo Mendoza: El olor de la guayaba, 1982), manifestando que en el Caribe existe una “aptitud (especial) para mirar la realidad”.

Esta identidad cultural registrada —no sólo por García Márquez, sino por otros pensadores rigurosos de la región—, concuerda en cierto nivel de señalización con la de Lukács, cuando se refiere a la orientación de la realidad en el productor de objetos literarios: “Podemos sobrevolarlo (el tiempo) de una sola y única mirada; en ese tiempo, poeta y personaje guardan plena libertad de moverse en cualquier dirección; como en toda extensión hay muchas dimensiones pero no hay ninguna dirección” (Lukács: Problemas del realismo, 1966).

Un poco más allá del modelo fantástico por excelencia del Caribe (en cuanto a estructura narratológica), es decir, de Cien Años de Soledad, la novela de Marcio Veloz Maggiolo, La Biografía Difusa de Sombra Castañeda, explora un multitiempo cuya presión doblega lo histórico en ilógico.

Este multitiempo, como un tríptico en sinfín, posiciona personajes y marcos históricos en una especie de ruleta rusa atemporal, cuyos giros van sacando a flote las contradicciones culturales, geográficas y económicas del discurso histórico dominicano, para luego tornarlas en simbiosis a través de la práctica de la magia.

El Nacional

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