Opinión

La Carta de Leonel

La Carta  de Leonel

Namphi Rodríguez

Siete años es una edad virginal en la vida de un hijo querido. Sin embargo, es ese el tiempo en que empiezan a despuntar los atributos más definitorios de su personalidad.  Según la Biblia, fue el séptimo día el tiempo en que Dios completó el ciclo de la creación. De ahí el simbolismo del número siete para la liturgia cristiana.

Como una paradoja de la historia, la Constitución proclamada el 29 de abril de 1963 por la Asamblea Revisora de Juan Bosch duró apenas cinco meses, pues fuecercenada el 25 de septiembre con el golpe de Estado al prócer y fundador del PLD.

Esa Constitución fue un tributo de Bosch a su insigne maestro Eugenio María de Hostos, quien escribió un tratado de Derecho Constitucional que aún conservamos como un referente deontológico de la organización del Estado.

Cinco décadas después uno de los herederos más legítimos de la tradición democrática de Bosch hizo proclamar la Constitución del 26 de enero del 2010, cuyo principal mérito fue hacer el tránsito del Estado liberal de Derecho al Estado Social que surgió en Europa tras la Segunda Guerra Mundial.

La Constitución de Leonel Fernández se trazó como basamento poner en el centro del pensamiento constitucional al ser humano, para lo cual amplió el catálogo de derechos fundamentales y los dotó de las garantías institucionales y jurisdiccionales que les permitan ser más que desiderátum.

Pero también se cambió todo el cuerpo normativo de la Constitución, creando órganos que afianzan la jurisdicidad del Estado y la tutela efectiva de los derechos fundamentales, como el Tribunal Constitucional, el Tribunal Superior Electoral y el Defensor del Pueblo.

Junto a esa conquista, la Constitución de Leonel aprobó el referendo, el derecho de petición de los ciudadanos o el presupuesto participativo como instituciones de democracia directa.

Pero, sin duda, uno de sus logros más preciados fue poner un freno a las apetencias desmedidas de quienes detentan el poder con la prohibición de la reelección presidencial, mal que ha azotado la azarosa vida institucional del país.

La Constitución del año 2010 es, junto a la de Moca de 1858 y la de Juan Bosch, uno de los hitos democráticos más trascendentes que ha tenido el país desde su fundación.

Lamentablemente, las pugnacidades en que vive nuestra “fauna política” no han permitido valorarla así. Incluso, el propio PLD no la ha reivindicado como una hechura suya que representa el legado de Bosch y de Hostos.

Tal vez por eso, este séptimo aniversario de la Constitución del 2010 nos llega con asomos de cataclismos que preconizan para el 2020 la repetición de los estropicios reeleccionistas del 2016.

El Nacional

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