Opinión

La clorofila

La clorofila

Creo que en la vida, como en la política, el gran problema es la necesidad de control. Mi abuela siempre me repetía: “No importa quien caliente el agua, sino quien cuele el café” Y eso parece ignorarlo la vasta mayoría de la dominicanidad.

En el campo político, las ideas progresistas con frecuencia no crecen por la necesidad de control de las dirigencias de Partidos y Movimientos.

En los Partidos, generalmente el liderazgo pretende controlar todas las instancias y, como resultado, las organizaciones se estancan o fragmentan.

No se entiende que ya la hora de líderes únicos (Bosch, Peña, Balaguer) paso, y que la complejidad del mundo y los sectores emergentes (fundamentalmente la juventud), exige direcciones colegiadas, donde la gente se complemente y puedan coexistir,por ejemplo en el PRM, el repentismo y humor de Hipólito, con la flema de Abinader; o, en el Partido Reformista Social Cristiano, la bonhomía de Modesto Guzmán con lo que pueda distinguir a cualquier otro dirigente reformista.

El control quizás funcione en lo personal: “Controlo mi pareja, mi familia, mi trabajo”, pero en el plano político es ineficiente porque generalmente limita al ritmo, entendimiento, o personalidad, del “líder”, o líderes, una organización que tiene que fluir con un movimiento social que es por naturaleza constantemente cambiante y lo que exige es confianza en los principios, y métodos organizativos; flexibilidad, y capacidad de delegación.

Ignoro quienes “controlan” las Marchas Verdes, (algo que con torpeza habitual el ministro de Interior atribuye a “sectores externos” a su dinámica, y otros torpes al “financiamiento norteamericano”), pero por lo que he visto parecen estar sufriendo de la misma enfermedad.

El primer síntoma fue prohibir las banderas en las manifestaciones, a lo cual respondí con la máxima maoísta de “que florezcan mil flores”. La segunda medida fue que “ningún dirigente político hablara en las tribunas”, como si la validez de lo que alguien pudiera afirmar, o proponer, dependiera de que otro, u otra, no se exprese.

Detrás de estos intentos se esconde el mismo afán de hegemonía, de protagonismo nacional aun por ganar.

La política, a pesar de la banalización que promueven los medios, no es un espacio para supuestas “apoliticidades” que garanticen adeptos, porque la apoliticidad no existe. No tomar partido, o limitarse a la reforma, es apoyar lo que existe.

La política tampoco es un conuco para nuevos estrellatos. Para esos protagonismos están las ONGs; gremios, sindicatos, clubes deportivos y culturales; asociaciones profesionales; iglesias; arte; deporte; y los medios masivos de comunicación, en particular la radio y la televisión, hoy invadidos de jóvenes ávidos de fama y fortuna.
Las Marchas Verdes, son un verde jardín, y la diversidad política y “apolítica” su clorofila.

El Nacional

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