Opinión

La derrota de Obama

La derrota de Obama

La misma sociedad que hace dos años levantó al candidato del  Partido Demócrata, acaba de enviar  una señal  electoral digna de reflexión. Aunque la conquista de la Cámara de Representantes podría interpretarse como un acontecimiento sin precedentes, lo cierto es que en el año 1994 y en medio de la revolución conservadora, de Newt Gingrinch, los demócratas fueron aplastados.

                Si un error se le puede imputar a la actual administración  es la dificultad de asociar sus innegables reformas al segmento social beneficiado de las políticas públicas que han servido de sello distintivo del presidente Obama. La reforma de salud, incorporó a 14 millones de estadounidenses literalmente desprotegidos. Irónicamente, los ciudadanos sobre 50 años votaron por el Partido Republicano. 

                Hispanos, afroamericanos y jóvenes representaron el batallón electoral que permitió a un miembro de las minorías ascendiera a la casa blanca. Lo que alarma es que esos  grupos étnicos, profundamente afectados por el desempleo no mostraron el entusiasmo necesario, y con su pasividad, provoquen una representación congresual  con posibilidades de revertir los cambios alcanzados.

                Lo que resulta  imperceptible es que, el triunfo republicano podría establecer  las bases de desavenencias y posturas extremistas de una base social ultraconservadora capaz de creerse en capacidad de potenciar una plataforma presidencial afín al Tea Party como garantía de triunfo. Y no es así. Por el contrario, cada vez que los dos partidos del sistema electoral se tornan radicales, los electores ponen distancia, porque la  señal  es que los ciudadanos se levantaron a votar para impedir  “demasiado poder” en manos de un sector considerado profundamente liberal.

                Resultaría iluso creer que los resultados favorables al Partido Republicano allanan el camino a la Casa Blanca. Con Bill Clinton aconteció lo mismo. Fue castigado cuando los ciudadanos  entendieron que sus políticas públicas se alejaron de la gente, pero reaccionaron de manera favorable cuando el extremismo asumió como bandera su desplazamiento del poder.

                Sara Palin y el Tea Party  ganaron la batalla mediática, lo que debe definirse en el futuro es si esa es la identidad electoral que tomará el Partido Republicano. Futuras batallas como la reforma migratoria y las políticas sociales deben constituir el eje de los debates  por donde se orienta el segmento que marca la diferencia en toda elección: los independientes.

De todas formas, como toda sociedad, la estadounidense acaba de reiterar su afán por la gradualidad en los cambios y los políticos de ambos partidos deben leer con inteligencia esos signos en una nación con  profunda tradición liberal, pero  penetrada por una ruidosa franja conservadora con  poder y muy activa para revertir cambios sociales de singular trascendencia.

El Nacional

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