Opinión

La gran incógnita

La gran incógnita

La identidad del general que ha sido mencionado en el caso del pasaporte diplomático encontrado al empresario franco-libanés se perfila desde ya como la gran incógnita. El documento, falso –según el Ministerio de Relaciones Exteriores- incautado a Ziad Takieddine, con juicio abierto en Francia por estafa y corrupción, se lo habían entregado el viernes 24.

El empresario habría recibido el documento de manos de Sam Zormati, un hombre de negocios de origen tunecino de “reputación sulfurosa” y de Carlos Pérez, un estadounidense propietario de una tienda de cigarros en Nueva York que se abastece en Santo Domingo. Ambos están detenidos. Takieddine se agenció el pasaporte porque “tenía interés de invertir” y abrir una cuenta bancaria en este país.

Es lo que ha declarado su abogado, quien, a propósito, en ningún momento ha cuestionado la autenticidad del documento por cuya expedición se habría pagado la friolera de 200 mil euros.

 No se trata del primer escándalo  con un pasaporte diplomático. A uno de los miembros de la dinastía norcoreana le ocuparon en una ocasión uno, pero el caso, como está llamado a ocurrir con el del franco-libanés, se diluyó sin dejar rastro. El enlace en la expedición del documento habría sido un general, uno de los especímenes que más abundan por estos litorales, que de seguro no será identificado ni encontrado, aunque lo busquen en los centros espiritistas, para armar todas las piezas del rompecabezas. 

Sin ese eslabón no se llegará muy lejos en torno a un escándalo que remueve la abultada nómina del servicio exterior y ensombrece la imagen del país. Todavía el pasaporte fuera falso, el escándalo vuelve a poner el dedo en la llaga sobre la suplantación y la alteración de documentos de identidad. Para más, no ha de olvidarse que este país ha sido declarado un paraíso para delincuentes internacionales, porque saben cómo arreglárselas para establecerse y llevar una vida a cuerpo de rey.

El Nacional

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