Opinión

¿La historia lo absolverá?

¿La historia  lo absolverá?

“En cuanto a mí, sé que la cárcel será dura como no la ha sido nunca para nadie, preñada de amenazas, de ruin y cobarde ensañamiento, pero no la temo, como no temo la furia del tirano miserable que arrancó la vida a setenta hermanos míos. Condenadme, no importa, la historia me absolverá”.

Con la frase, una de las más célebres de la historia, concluía Fidel Castro, cuando apenas contaba con 27 años, asumió su propia defensa en el juicio ventilado en octubre de 1953 por el asalto al cuartel Moncada, en Santiago de Cuba. Condenado a 15 años de prisión, Castro y otros rebeldes fueron amnistiados en 1955 por el dictador Fulgencio Batista.

Ahora que ha muerto a los 90 años de edad, después de liderar la revuelta que en 1959 culminó con la dictadura de Batista y lo llevó al poder, sobre la base de su legado histórico recobra vigencia la frase con que concluyó su defensa. Sus adversarios, antes que reconocerle algún mérito a la revolución socialista que capitaneó desde que tomó el poder hasta la fecha, lo verán siempre como un cruel dictador, que oprimió e igualó en la miseria material al pueblo cubano.

Pero se trata de una visión sesgada, que niega y desconoce el desarrollo humano como uno de los pilares del bienestar social.

Es irrebatible que Fidel Castro incurriera en muchísimos errores. ¿Quién no? La persecución contra la disidencia puede ser uno de ellos. Pero al pasar balance hay que ponderar una amplia gama de factores. La revolución que dirigió ni su legado pueden analizarse sin valorar su procedencia social ni su determinación de jugarse la vida con el interés de acabar con las desigualdades y fomentar la dignidad y el bienestar de los cubanos.

Fidel no era un aventurero ni solo pertenecía a una de las familias ricas de Cuba, sino que era apuesto y talentoso. Se desprendió del patrimonio que poseía su padre, con el que podía vivir a cuerpo de rey en cualquier país del mundo, en apoyo a la causa que defendía. A diferencia de los tradicionales políticos de la región que llegan el poder para enriquecerse.

Fidel no solo construyó sueños y utopías, sino que predicó la solidaridad con las naciones que demandaban el capital social que acumuló el proceso cubano.

Y resistió, sin claudicar, invasiones armadas, atentados terroristas, bloqueo comercial y toda suerte de maniobra de Estados Unidos para apartarlo del poder o hacerlo torcer el curso de la historia.

Al restablecerse las relaciones diplomáticas con su otrora enemigo político, con el que libró las más candentes batallas después del 59, reivindicó el acercamiento como una victoria de la integridad y la dignidad. Pero como no todo ha sido color de rosas, será la posteridad la que se ocupará de analizar y asignarle el lugar que le corresponde en la historia.

El Nacional

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