Reportajes

La imagen del poder no es todo

La imagen del poder no es todo

Por Rafael P. Rodríguez
El Nacional
SANTIAGO.- La imagen que como torrente de signos congelado mana del poder tiene razón de ser en la sucesión de significaciones que éste conlleva.

Pero esa imagen no es el todo sino una de sus partes.

Un líder, no importa si le idolatran con artificio y por encargo o de manera sincera, que no siempre sucede, no es la encarnación total del poder no importa lo que le digan y de qué se convenza o lo convenzan en un momento cualquiera.

No es su fuerza impulsora más decisiva.

Las figuras públicas que se prestan al servicio de ese ave fénix que es el poder, porque siempre está siendo, siempre está naciendo de las entrañas de la continuidad de todo, cometen el error frecuente de desdeñar el poder extraordinario de las ideas por encima del cuidado de la figura, que tiene sus conveniencias pero que no es jamás lo definitivo ni lo más seguro ante el misterio de los sueños y las alternas pesadillas de los pueblos.

Detrás de la figura que muestra un rostro, unos gestos y unos movimientos meditados y calculados, se mueven leyes precisas, severas incluso, que se imponen más temprano que tarde por su imperiosidad y su rigor de leyes.

Esa es una fuerza organizada que sufre desplazamientos y que tiene atmósferas que deciden el cambio.

El poder se viste en un ropero infinito que contiene vestuarios y decorados diversos.

Una frase corriente de las que se tienen como sentencias admonitorias advierte que, ciertamente, el hábito no hace al monje.

 La imagen no define al poder sino que lo cimenta temporalmente y le asigna razones lógicas y simbólicas, psicológicas e ideológicas.

Más, no es menos cierto que si alas hacen al pájaro ellas no son el vuelo.

Se vuela con algo más que alas.

Hay que contar con un diseño, en el  caso de las aves, que tiene el prestigio de cientos de millones de años de diseño natural sin la más mínima necesidad de impaciencia.

La prisa humana es una de las razones para que se piense, ya seriamente, en la posibilidad de su extinción a no muy largo plazo.

Es esta una de las peores enfermedades modernas y uno de los motivos para que, al estandarizarse casi todo, al realizarse en serie con gran pérdida del encanto espiritual de lo que contiene reservas de cuidado y de luces propias, decida a ésta como una generación no libre del desencanto y de la decadencia.

Lo desenfadado, lo libre, lo que tiene sentido y sentimientos de organicidad deja un mensaje permanente de quilates elevados y signos históricos importantes.

Pero eso es más que imagen grotesca o refrescante.

Siempre habrá que contar con las ideas, con las certezas que puede haber en todo y hay que procurarlas, de ser ese el propósito de un esfuerzo en ese sentido.

El Nacional

La Voz de Todos