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La ingratitud de los hombres

La ingratitud  de los hombres

Los hombres son generalmente ingratos, ambiciosos, cambiantes y sólo son leales mientras se les favorece y cuando ningún peligro acecha a su líder

 

A los que siempre han sido deshonestos, falsos, envidiosos, egoístas y la codiciosos, se les hará creer que otros sean lo contrario. Siempre dudarán de la honestidad, entrega, lealtad a los principios y valores de otros.

Todo el tiempo dudarán de la seriedad y la templanza de los demás, porque el gran problema es que cada ladrón juzga por su condición. Por eso estos practican la ingratitud.

Por ingratitud se entiende “el olvido de los favores recibidos”, de acuerdo al diccionario Larousse. Y, Olvidar los favores recibidos, de acuerdo a una serie de autores, ha sido una constante conductual en la historia de la humanidad.

Por eso, no nos ha de extrañar que todos los escenarios de la vida donde se practique la solidaridad, el servicio a los demás de manera desinteresada y altruista, aparezcan los ingratos, porque como ya hemos señalado, la ingratitud ha sido una constante histórica.

Si algo hay sumamente pecaminoso en la vida, es la ingratitud, ya que ésta revela todas las debilidades de quien la practica, ya que, generalmente, induce a la difamación, injuria y la revelación de secretos de la persona o grupo al que se le debe una determinada gratitud y lealtad.

La ingratitud es un cáncer que amenaza seriamente con destruir reputaciones, relaciones familiares, de amistad y retrasa e impide el fortalecimiento y logro de grandes objetivos institucionales.

La ingratitud es una perversión humana y, como tal rompe con la unidad y el fortalecimiento de los lasos afectivos necesarios, para que se fortalezca el espíritu de cuerpo de los grupos. Rompe o debilita la línea jerárquica, la credibilidad interna.

Llena de desesperanza a los miembros de cualquier grupo. Mata la fe y la confianza, contribuyendo, de esta manera, con la anarquía grupal y su consecuencia: la destrucción de las organizaciones, que es lo que, en fin, desean los enemigos de la unidad y la paz.

Siempre recordemos que el enemigo está al acecho. El enemigo no duerme y para penetrar y destruir a las organizaciones serias, siempre se valen de las debilidades de los ingratos, porque conocen a cabalidad, a quienes siempre quieren brillar como el oro, sin ser oro; ser gigante, siendo enanos. Los ingratos siempre han querido crecer sobre los cadáveres de los demás. Vano y criminal error.

Los ingratos tienen grandes y complejas deformaciones conductuales, por eso se les hace tan difícil practicar la gratitud, ya que para ser agradecido hay que tener grandes condiciones y valores humanos como lo son, entre otros, el equilibrio emocional, el sentido de justicia, el amor al prójimo, el respeto por sí y por los demás, así como el no llevar un basurero de frustraciones y amarguras en el espíritu.

Sin estas cualidades, es muy fácil caer en la ingratitud, que es la peor de las condiciones humanas.

Normalmente, los ingratos o las ingratas son simuladores de lo que no son y disimuladores de lo que son, además, codiciosos, vanidosos, prejuiciosos, insaciables, injustos; son también hipócritas, calumniadores, mentirosos y dados la fabulación, para justificar su ingratitud.

Los ingratos nunca quisieran que los demás sepan que le deben agradecimiento a quien están calumniando.

Y por eso son muy extravagantes en sus juicios contra quien o quienes practican la ingratitud. Pintan a quienes les deben favores como lo peor.

Así, quien lo escucha, piensan ellos, le creerá más. No se dan cuentan que la verdad que intentan ocultar, tarde o temprano resplandecerá con más fuerza, para elevar más y más, al que intentan calumniar.

Su labor, guiada por unas series de desequilibrios fruto de una vida cargada de duda y engaño, lo impulsa a romper amistades, lazos de familiaridad, así como a intentar destruir las organizaciones que les han servido de base, para sus logros.

Por eso decía José Martí, que “en la sociedad hay hombres que odian y destruyen y otros que aman y construyen”. Los ingratos son los que odian y destruyen.

El ingrato cae fácilmente en la difamación, la injuria y la revelación de secretos, porque es tanto lo que tienen que mentir, para mantener engañados a quienes les transmiten sus mentiras, que cada día la aumentan más, pasando de una mentira a otra, de una fábula a otra.

Los ingratos son mitómanos, es decir, terminan creyéndose sus propias mentiras, para vivir siempre en el mundo de la falsedad y negación de la verdad.

El Nacional

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