Opinión

La ley y el crimen

La ley y el crimen

En una sociedad habituada a la oscuridad y el miedo la miopía como fenómeno social es un elemento natural. Aún así, por la superficialidad con que se abordan males como la criminalidad y la violencia, más que de miopía en el país puede hablarse de ceguera. Desde que se hace caer sobre los códigos Procesal Penal y del Menor el mayor peso sobre las muertes, asaltos y atracos que tienen en ascuas a la población, se pretende negar las reales causas de la perturbadora violencia callejera.

No sé si por incapacidad o ignorancia, pero lo que se ha visto es que el Código Procesal Penal, el instrumento legal más adecuado para prevenir las arbitrariedades del poder, le ha quedado grande a las autoridades. Y si la incompetencia  no ha sido más humillante se ha debido al miedo o la complicidad de los jueces frente a expedientes mal instrumentados.

 Lo más objetable, sin embargo, es que se insista en culpar tanto al Código Procesal Penal como al del Menor de crímenes y delitos con profundas raíces sociales. Han sobrado voces e iniciativas para modificar esos instrumentos, concebidos para garantizar los derechos del hombre de la calle, que es el único a quien no se le reconocen, como si la fiebre estuviera en la sábana.

 Se puede establecer la penal capital, pero eso no impedirá que muchachos que incluso han incurrido en crímenes horrendos se jueguen la vida en la calle en asaltos o atracos a mano armada. Al vivir sin esperanza ni futuro, salen dispuestos a matar o que los maten, porque para ellos la vida nada vale.

 En lugar del castigo, lo que se impone es determinar las razones de esa conducta suicida que se traduce en desprecio a la vida propia o la ajena. Caer preso es lo de menos. Las causas no están en las leyes, sino en las desigualdades sociales, el desempleo, la impunidad y una caterva de males que impiden a esos jóvenes soñar con un futuro. Es la sociedad la que anda mal.

El Nacional

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