Opinión

La manzana

La manzana

Según cuentan Dios creó a la mujer de la costilla de Adán y es Eva, la mujer creada, la que provoca la expulsión del paraíso por la mordida de la manzana prohibida. Desde tiempos históricos, filósofos, pensadores, líderes, religiosos se han expresado acerca de la condición de inferioridad de la mujer. Aristóteles decía que la mujer era un hombre imperfecto, que la mujer es pasiva y receptiva y el hombre es activo y el que siembra.

El código hindú dice que al nacimiento de un varón, el padre debe festejarlo con cantos sagrados y fiestas religiosas mientras que en el nacimiento de una hembra reina el más profundo silencio. En el Islam la violencia contra la mujer pasa desde los latigazos públicos, la ablación, la lapidación y la muerte por el honor de la familia. San Pablo se ocupó de poner a la mujer en “su sitio” cuando dice que el varón es la cabeza de la mujer. Definitivamente San Pablo dejó a la mujer “descerebrada”.

Se le prohíbe pensar. Entre Confucio y Buda se haría difícil darle el premio a la mejor. Confucio afirma que el papel de la mujer puede definirse con un sólo verbo: obedecer. Evidentemente que es conciso el hombre. Buda en su afán de competencia establece que la mujer es la personificación del mal. No es de extrañar que nunca haya brujos en los cuentos infantiles, ¡¡siempre son brujas!!.

Federico Engels fue más práctico y dijo que el asunto era un problema de la herencia del poder. Había que controlar la maternidad para saber quién era hijo de quien. Parecería que el cinturón de castidad de tiempos medievales resolvería ese problema siglos después.

Más tarde llegaría el ¡ADN!
Con esa carga conceptual del “sitio” de la mujer, el mundo moderno hace su aparición con la ley civil. Con la llegada de la revolución norteamericana y la instauración de las leyes civiles, la religión se colocó en su sitio y el Estado en su otro sitio, lamentablemente no en toda la geografía, y empezaron las transformaciones en el ámbito privado y de lo público con el objetivo de resquebrajar todo el andamiaje conceptual de inferioridad femenina. Romper con el cinturón ideológico.

El Nacional

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