Opinión

La misma OISOE

La misma OISOE

La sociedad dominicana ha devenido en episódica, coyuntural, que se torna indiferente a su corrompida cotidianidad y solo parece reaccionar ante gravísimos problemas cuando una circunstancia extrema la golpea poniendo en evidencia sus miserias.
El más reciente episodio es el caso de la OISOE, una prueba incontrovertible del desorden institucional que nos caracteriza.

De haber un mínimo de respeto por un Estado debidamente organizado, esta entidad jamás hubiese existido. ¿Cuál sentido tiene si hay un Ministerio de Obras Públicas cuyas funciones son similares a lo que en la práctica hace la primera? ¿Por qué desde ella se construye, si en su objeto se plantea que solo debe supervisar?.

La OISOE es una demostración de los mecanismos de manipulación personal del presupuesto de la nación a los que recurren los presidentes para manejar cuantiosos recursos como si de un patrimonio personal se tratara, porque de ellos depende la rentable entelequia a la que nos referimos.

Quizás pocas instituciones son menos supervisadas que la Supervisora. A ella no se le hace lo que tampoco hace ella. De alegar que sí cumple con su supuesta misión de fiscalizar, debemos estar de acuerdo que ha fracasado en el propósito, porque cuánta supervisión ha faltado en las obras públicas, las que vemos deteriorar en menos tiempo del previsto.

La OISOE, que a golpe de una tragedia ha vuelto a instalarse en el debate, es la misma de siempre, la que nunca debió existir. La que ha enriquecido a tantos de forma fraudulenta sin que nada haya ocurrido, porque desenredar la madeja en esos casos fabulosos hubiese conducido a estamentos intocables. Por esas cosas, nuestro innegable crecimiento económico solo genera desarrollo para un reducido grupo de privilegiados, siempre colocado por encima del bien y del mal.

Ese pasado ominoso garantiza que ahora tampoco se tomarán los correctivos profundos que demanda un problema grave y crónico. El único que se fastidió de forma irreversible es el arquitecto que se suicidó, y a lo sumo uno u otro pececito insignificante que no harán más que proteger los devoradores tiburones que permanecerán impunes.

La OISOE de la actualidad escenifica el mismo escenario que habiendo servido de plataforma a los implicados en el episodio del momento, ha sido utilizada en los escándalos del pasado. La diferencia es que el cobre grande está en los anteriores. ¿Es justo simular rigurosidad en el presente y hacerse cómplice de la perversidad del pasado?

El Nacional

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