Opinión

La paz, pero…

La paz, pero…

Primera moraleja del plebiscito colombiano: el que cree que el elector es tonto peca de ingenuo.

Se convoca a la gente a aprobar o desaprobar el acuerdo de paz entre el Gobierno y las Farc, pero la pregunta se formula de manera tal que en términos concretos no se aluda el asunto por lo que la gente está votando: ¿Apoya usted el acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera?

¿Qué estaban confesando? Que concepto Gobierno, es igual a rechazo, y ligado a Farc, negativo al cuadrado.

La segunda lección es repetitiva en política pero no se asimila: no se puede subestimar a nadie y menos a un adversario de buena imagen, popular e inteligente, que ganó la partida sabiéndola echar.

Álvaro Uribe y sus acompañantes se percataron a tiempo que si le declaraban la guerra a la paz, serían derrotados, que esa era una bandera que había que compartirla, por lo tanto su discurso fue de apoyo a la paz, pero de rechazo al tipo de acuerdo al que se había arribado, su slogan fue excepcional: “La paz es ilusionante, los acuerdos de La Habana son decepcionantes”.

No es la cantidad de recursos que maneje una campaña y el avasallamiento que proyecte lo que la hace exitosa, sino la fuerza de su mensaje, no importa que se haga con megáfonos mientras el adversario concentra toda la fuerza mediática.

Tercera lección, cuidarse de los conflictos innecesarios porque alcanzan repercusiones inesperadas.

El mismo gobierno que ha agotado un esfuerzo titánico para tratar de pactar la paz con los guerrilleros, descuidó un flanco que pudo haber manejado mejor, impidiendo que el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa) alborotara a las iglesias con la misma cartilla que han pretendido introducir en el sistema educativo dominicano dizque para lograr entornos escolares inclusivos y libres de discriminación por la orientación sexual.

La diferencia es que en RD el Gobierno no ha asumido la vanguardia de ese debate, pero Juan Manuel Santos, tenía una ministra de educación que asumió esa cartilla como un lineamiento oficial y acrecentó la impopularidad y el rechazo del Gobierno.

El No, se ahorró miles de carteles porque los cristianos salieron a rechazar el acuerdo con los mismos que usaban para repudiar la cartilla educativa. Al día siguiente del plebiscito la ministra Gina Parody renunció y el presidente Santos invitó a varios líderes religiosos y se comprometió a revisar el tema de la cartilla.

No se si haya sido positivo o negativo que Santos cruzara el puente antes de llegar al río convocando a la comunidad internacional a celebrar unos acuerdos que no habían sido refrendados, pero tal vez no habría tenido un segunda oportunidad de encabezar un acto tan hermoso y esperanzador.

No creo que las Farc vuelvan al monte porque sin Cuba, Venezuela y Ecuador garantizándose el respaldo estatal que requiere el mantenimiento de una fuerza militar equiparable a un ejército regular, la aventura se hace insostenible. Y el liderazgo de las Farc ya no se concibe en otro escenario que en el de la participación en la política.

El Nacional

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