Opinión

La pedagogía del oprimido

La pedagogía del oprimido

El mayor aporte del educador brasilero Paulo Freire al mundo fue su libro Pedagogía del oprimido. Un libro prohibido por la dictadura militar en el 1964, que le costó el exilio, pero lo catapultó a nivel mundial como uno de los pensadores más importantes del siglo.

Para mí el libro fue una revelación, por una simple verdad: No hay opresión posible si el oprimido u oprimida no la internaliza, si no asume como propios los valores de quien o quienes le oprimen.

No hay racismo si el negro no asume su supuesta inferioridad racial; machismo si la mujer no asume la supuesta superioridad del macho; clasismo si la clase trabajadora no asume la supuesta supremacía de la “clase alta’; ni monarquía si los súbditos no asumieran como entes especiales las aristocracias.

Desmitificar esas opresiones era y es el eje del programa de alfabetización de Paulo Freire, así como el derivar las palabras generadoras de la alfabetización en lecto- escritura de la experiencia vital de la gente. Si eran obreros de su ámbito de trabajo, si eran campesinos igual, si eran mujeres de su mundo doméstico. Solo eso aseguraba el interés y la permanencia de la gente en los programas; solo ello garantizaba que el aprender a leer y escribir fuese un acto de liberación personal y social.

Paralelo a estas ideas estaba el método de Paulo, donde la primera regla insustituible era y es encantar al educando/a con el proceso de aprendizaje, logrando establecer una relación personal con “la clase”.

Ese proceso no podía saltarse porque de él dependía el que el educando/a se conectara emocionalmente con el proceso, y por ello el maestro o maestra debía utilizar el tiempo necesario para lograr que quienes asistieran por primera vez a su salón supieran porque él o la maestra/o había asumido ensenar como una vocación; porque asomarse al conocimiento es un maravilloso proceso donde rescatamos y nos apropiamos de nuestro derecho a nombrar las cosas, definirlas y redefinirlas como dioses en el génesis de lo inédito.

Quien soy, cual es mi familia, de donde vengo, donde estudié, que aprendí, son los primeros puentes con los educandos. Los segundos son los que ellos y ellas a su vez establecen con quien facilita el aprendizaje: estoy aquí porque…, vengo de…, trabajo en…, vivo con…

El segundo y también inescapable paso en su método es averiguar por qué la gente quiere aprender, cuáles son sus expectativas, por que vino, por qué sacrifica su descanso, qué pretende o aspira aprender. Con esas respuesta el o la facilitador/a del aprendizaje (que eso es un maestro o maestra) ya dispone del conocimiento básico de su público para emprender el vuelo.

El Nacional

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