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La pintura según  Tovar

La pintura según  Tovar

Iván Tovar es sin dudas, el pintor de mayor relevancia y proyección de la plástica nacional. Su nombre figura en los mejores libros, catálogos y diccionarios sobre el surrealismo pictórico en todo el mundo. Sus cuadros se ofertan  en las más exclusivas subastas, celebradas en Londres y Nueva York, mientras que su calidad y trayectoria se hace recipiendaria de los más encendidos y juiciosos elogios de la crítica nacional e internacional.

Culto, curioso y ensimismado; su espíritu, de común en libertad, se mantiene en alerta enfebrecida, tras los vaivenes memorables  de la hora plástica universal.

Aunque se le sindica como artista ermitaño, alejado de la barahúnda que a todo vuelve materia de consumo, el ingenio ceremonioso de Tovar no descansa, en la búsqueda de símbolos que habrían de representarlo, o de desdecirlo, si acaso no fuera la resultante, pura transfiguración de su yo transparente, o telúrico reflejo  de su más curiosa plenitud.

Tovar nació el 28 de marzo de 1942, en San Francisco de Macorís. Residió por más 20 años en Europa, y continuó sus estudios en Lécole de París, Francia. Aún siendo pocas  sus exposiciones personales -unas 17 desde 1959-, sus cuadros se han exhibido con éxito en Luxemburgo, Estocolmo, Lisboa, Nueva York y Santo Domingo. Y de forma  colectiva,  una treintena de veces, en los museos y galerías más prestigiosos y exigentes  del mundo.

Su obra no deja un instante por encantar y seducir. Su ver original, plantea que “la pintura empieza adonde termina la palabra”, más su creatividad hace participe de lo extraordinario al dibujo, que, en palabras de  Marianne de Tolentino, se trata de un “puro trazo o mixto con realces de pigmento, juego de líneas o de plano, carboncillo, crayón u óleo, donde la virtuosidad se multiplica”.

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