Opinión

La primera piedra

La primera piedra

No soy de los que igualan el significado del “pecado” en las culturas religiosas con los delitos de Estado en una determinada sociedad. Pero el presidente Medina mezcló las dos cosas y quedó empantanado.

Imitando a Jorge Blanco se presentó como un gobernante de “manos limpias”, para a continuación emplazar a sus contrincantes con aquella frase de Jesús que reza así: “el que esté libre de pecado que tire la primera piedra”.

De inmediato la contradicción afloró: un presidente de “manos limpias” que “no está libre de pecados” hablando precisamente de corrupción.

Las “manchas que siempre habrá” como él proclama no son solas de sus colaboradores, sino también propias, sobre todo si se analizan a profundidad las negociaciones para su repostulación (pacto impunidad por reelección), los casos de la OISOE en sector educación, la sobrevaluación de la remodelación del Hospital Darío Contreras, la estafa de las EGES a FONPER, la sobrevaluación de las plantas de Punta Catalina, el ocultamiento de una similar en Baní, la Carretera SFM-Río San Juan, la mafia judicial y el rol del ministerio público…

Es indigno que el presidente Medina califique su Gobierno como el más honesto de la historia
Después de esos hechos se entiende mejor aquello de “no tirar piedras para atrás” como recurso que procurara que a nadie se le ocurriera tirarla hacia adelante, por lo previsible que era que estallara en cadena la nueva corrupción con la misma protección que la anterior.

Pero de todas maneras es indignante que a continuación de esos escándalos y de la reafirmación de una impunidad que protege la delincuencia de Estado de su gobierno y la ajena, el presidente Medina, además de lo de “manos limpias” y de la “primera piedra” califique a su gobierno como “el más honesto” de la historia reciente.
Ofensa al Gobierno de Bosch y al del coronel Caamaño.

Auto-calificación desproporcionada aun dentro de los gobiernos corruptos, situándose por debajo del de Jorge Blanco e Hipólito, cuando compite con el de Balaguer y Leonel.
Y no se trata de una realidad que se pueda obviar tratando de generalizar las culpas con la figura religiosa del pecador.

El Nacional

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