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La promoción de valores y  la escuela, intoxicaciones incluidas

La promoción de valores y  la escuela, intoxicaciones incluidas

Visto el generoso presupuesto de algo más del 1 por ciento de que gozará una vez más la educación pública, no hay dudas de la sinceridad de los esfuerzos que hay encaminados a la promoción de los valores nacionales y universales.

Como el  pueblo Dominicano se debe haber pensado atinadamente, es tan dado a conservar sus aquilatadas tradiciones, ese presupuesto es el mismo que tenía el país hace más de cuatro décadas.

País que olvida olímpicamente esos detalles tan emblemáticos y sofisticados, país que va irremediablemente al abismo.

Como es de sobra conocido, se reconozca o no, es la escuela el lugar ideal para forjar temprano valores éticos, por ejemplo -en las personas todavía inmaduras e incorporarlos de manera integral en su vida cotidiana.

Así, cuando se critica que muchos niños, sobre todo de la zona rural y de los barrios reciben el pan de la enseñanza, a falta de una otra escuela sin importancia, bajo frondosos árboles y en medio de la sombra y la brisa fresca -si hace fresco- se desconoce cuánto aprenderán éstos menores sobre medio ambiente y cuidado de la naturaleza.

Pero la ingratitud es uno de esos antivalores que hay que ir erradicando a tiempo.

Es en el templo del saber en el que se les rinde culto, aunque esos esfuerzos ya comenzaron, con toda pompa, en otros lugares más vistosos, de gran lujo, se podría decir.

Y así quienes quieran conocer sobre la mejor cosmética, la más cara y mejor cubierta mediáticamente, ya sabe dónde hay más de ello.

Visto que algunas de esas otras instancias, sin ser siquiera ministerios, tienen un presupuesto muy amplio, no hay dudas de que los esfuerzos pro valores se están extendiendo profusamente.

Así el éxito de tan loable esfuerzo está asegurado. Incluso, este noble  ideal, como se ve, se está extendiendo también hacia el conocimiento, in situ, de la química.

Como se ha de notar, los niños que se han intoxicado con el desayuno escolar producto -como dijera el ministro Melanio Paredes, de ciertas competición comercial no van a crecer sin conocer por sí mismos la exigente materia de química junto a la del comercio más agresivo y vanguardista.

De ahí que aparte de saber bastante, in situ, sobre las diferentes combinaciones de la leche como alimento, aprenderán asimismo la relación que hay entre éstas y las actualizadas confrontaciones comerciales.

Las escuelas de mercado de las universidades en las que ingresarán cuando sean ya adultos probablemente tendrán poco qué enseñarles de seguir las cosas como van.

De modo que, hay que insistir, un solo tirón los niños podrán darse cuenta de cómo funciona cierto tipo de marketing exigente agresivo, aprenderán valores y al mismo tiempo sobre los complejos procesos químicos, actuando sobre el organismo humano.

Más de ahí, no se puede pedir. Y así hay gente que se queja y lamenta de las deficiencias educativas del país cuando en realidad nos encontramos tan avanzados, ya que incluso los niños se reciben  de expertos  en cuestiones que deberían ser para universitarios.

Además, siempre hay que confiar en las mejores intenciones y pensar que todo esto, de manera disimulada, pudiera tratarse de un modesto intento de control poblacional.

Hay que tomar en cuenta que esos eventos han tenido lugar en diferentes escuelas del país y siempre y sistemáticamente- no se olvide que en ellas se aprende también a sistematizar- a través del desayuno escolar.

Un país sin valores está  irremediablemente perdido.

No por otras razones, para esa misma aplicación profunda, hay un intenso escarceo para que personalidades que se han distinguido en el comercio y la política, combinados, ahora se disputan el Consejo Nacional de la Magistratura.

Antes esas mismas personas con grandes preocupaciones sociales, enseñaron a otras, pobres, menesterosas, desesperadas, se podría decir, el difícil arte de la natación cubriendo grandes distancias.

Era tan exigente cada curso que a  muchos se les entrenó montadas en frágiles embarcaciones para hacer más completo al aprendizaje y si los hubo que no pasaron los exámenes se debe a su torpeza y al hecho de haberse colocado-dice el rumor- presas fáciles de uno que otro monstruo marino de esos que pululan en las agitadas aguas del canal de La Mona, zona ideal para este tipo de eventos deportivos en los que se desarrollan competencias extraordinarias cada cierto tiempo.  

Se ha sabido de insistentes reclamos para no sólo extender a otros escenarios los valores, sino también las habilidades en situaciones de gran riesgo.

Para ello lo ideal sería contar con maestros de la talla de los que decidieron la liberación de millones de metros cúbicos de agua de una presa durante cierta tormenta atípica de diciembre.

Ahí se demostró fehacientemente que hay muchas personas con capacidad de salvarse a tiempo de cualquier catástrofe, avíseles o no, aún fuese a medianoche, mientras dormían y fueron inoportunamente despertados por el inmenso tumulto del agua, mostrando una enorme capacidad en materia de sobrevivencia a las inundaciones repentinas, dando brazadas que envidiaría un Marcos Díaz o un Robinson Crusoe en sus mejores momentos.

En cuanto a valores, los dominicanos probablemente requieren subir unos cuantos escalones más.

De ese modo, mientras de un lado se imparte la pedagogía para reforzar la enseñanza en valores, del otro se entrena el músculo.

En cuanto a sobrevivencia no. Ahí hay maestrías que cada dominicano pobre puede impartir, sin exceptuar la de escuchar lo más inaudito sin inmutarse, la de mentirle cada minuto y la de forjarle espejismos con promociones increibles y contradictorias.

Ahí, cada uno puede ser el mejor, ya que desde sus tatarabuelos hasta hoy, ha estado bajo el mismo efecto narcótico de las promesas, la magia de las palabras y las esperanzas fallidas.

El Nacional

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