Opinión

La rigidez constitucional

La rigidez constitucional

Nadie niega la utilidad de dotar las constituciones de estabilidad, para lo cual suele establecerse un procedimiento más complejo que el utilizado para aprobar o abrogar leyes ordinarias. Angel Garrorena Morales expresa si fuese el mismo “la Constitución dejaría de existir como tal… abdicando de su propia supralegalidad”.

Ahora bien, la existencia es dialéctica, y como tal, está sujeta a incesantes cambios, de lo que colige que ningún texto legal puede sustraerse a la dinámica social. En días pasados, Leonel Fernández sugirió acentuar la rigidez del procedimiento reformatorio que prevén los arts. 267 y siguientes de la Constitución, a fin de que ella “sea, de manera permanente, el pacto suscrito por los diversos sectores que componen la sociedad”.

Sin embargo, reforzar el quórum y mayoría requeridos para enmendar nuestra Ley Fundamental no persigue más que sancionar como válida su petrificación, pues cerraría la posibilidad de modificarla cuando sea preciso. No sin razón, James Madisson, cuando se redactaba la Constitución de EE.UU., abogó por un sistema que protegiese “por igual contra la facilidad extrema, que la haría demasiado voluble… y contra la exagerada dificultad, que perpetuaría sus defectos manifiestos”.

Ninguna sociedad puede gastarse el lujo de coagular su norma

El procedimiento agravado de reforma actualmente consagrado es suficiente para frustrar modificaciones impulsadas por un solo partido político. Endurecerlo aún más, insisto, condenaría la Carta Sustantiva a desconectarse de la realidad, o mejor aún, de las variables circunstancias de la vida.

La prueba está ahí, en la revisión de 1966, cuyo articulado anacrónico fue durante décadas traba del desarrollo institucional. Y es que ninguna sociedad que avance puede gastarse el lujo de coagular su norma suprema, que es lo que en el fondo procura Fernández bajo pretexto de que “prevalezca siempre la paz, el progreso y la convivencia civilizada”. Acoger, pues, su sugerencia, vedaría la posibilidad de que de tiempo en tiempo armonicemos la Constitución con los avances que permanentemente se operan en la sociedad, y eso es inaceptable.

El Nacional

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