Opinión

La tremenda corte

La tremenda corte

La Tremenda Corte ha resuelto un tremendo caso. El recurso de inconstitucionalidad elevado por un partido opositor y una organización popular a la Suprema Corte de Justicia, referente al préstamo a la Sun Land por 130 millones de dólares contraído por el Poder Ejecutivo, fue declarado inadmisible por ese alto tribunal, para proteger a los mismos de siempre.

Pese a la inconformidad de quienes sustentaron el recurso, y todos aquellos que simpatizaron con él, no creo que por sus bien ‘amuebladas’ cabezas pasara la idea de que ese estamento judicial iba a fallar distinto a como lo hizo, salvo que la decisión fuera dividida. En realidad, lo dispuesto por la Suprema era una crónica de una impunidad anunciada. 

Como si se tratara de una monarquía, la constante en nuestro país sigue siendo que la justicia está supeditada al deseo omnímodo del Presidente de la República de turno, y nada más, para desgracia del pueblo dominicano, sin que aparezca ningún Eduardo Chibás que se sacrifique por la Patria con “El último aldabonazo”.

El Congreso, que según la Constitución es el primer poder del Estado, frente a la bochornosa violación constitucional de los representantes del Ejecutivo involucrados en el caso Sun Land, no ha hecho prevaler sus obligaciones, para de igual manera cubrir con el manto de la impunidad a los violadores de la Carta Magna.

Debemos concluir entonces, que los llamados tres poderes del Estado vienen siendo más o menos “tres en uno”, como el famoso aceite, con el agravante de que el Ejecutivo es el que siempre se impone sobre los demás, para depredar el erario y cometer todo tipo de abuso, como en los tiempos de Concho Primo. 

A Cástor Vispo, escritor y productor de “La Tremenda Corte”, conocidísimo programa radiofónico cubano de los años 50, junto al elenco encabezado por los humoristas Aníbal de Mar, Leopoldo Fernández, Mimi Cal y Adolfo Otero, ha sido empequeñecido con las risibles explicaciones de la Suprema Corte, que pretende justificar su decisión.

Desde las simulaciones de Trujillo, y de los gobiernos que han cuidado las formalidades para alzarse con el santo y la limosna, los que sostienen hoy el mal llamado sistema democrático han llegado a un punto del relajo, que ya no guardan ni siquiera las apariencias cuando se trata de desvencijar los arcas públicas.

Por esa impunidad de que gozan los que administran este paisaje, es que la corrupción no se detiene en la puerta de ningún despacho oficial y hemos perdido nuestra capacidad de asombro ante los escándalos del tejemaneje para saquear los recursos del pueblo.

Con el borrón y cuenta nueva se indujo al olvido de la historia, como si se tomara prestado el hipnotismo de Franz Anton Mesmer, para perpetuar la corrupción, amalgamada hoy entre ficción y realidad, porque para ellos después de todo, como decía Manuel Antonio Rodríguez (Rodriguito), “la vida no se detiene, prosigue su agitado curso…”.

El Nacional

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