Opinión

La vida sencilla

La vida sencilla

“… ¿qué es lo que a uno le hace sensato?

Escuchar y que le digan algo”.

Bertolt Brecht

La calidad de vida tiene indicadores científicos que la poesía ignora.   Hay, sin embargo, tanta inspiración en la vida sencilla, como arte encuentras en Hamlet. Si es que  pueda hallarse una obra literaria que concentre y supere el arte y la magia de Shakespeare. Pero ni vamos a hablar de arte ni de Shakespeare. Pasemos a conversar sobre las cosas sencillas, para lo cual apelamos a los sentimientos más elevados.  Cotidianidades, costumbres y elegirás, equívocamente relegadas. Hemos hecho “fiesta de lo que nada nos cuesta”. Un indicador común para medir la calidad de vida es el Índice de Desarrollo Humano [IDH] del PNUD, cuyo cálculo se realiza a partir de la esperanza de vida, la educación y  el Producto Interno Bruto por persona.

Dejamos al barbero de la esquina, generalmente un tipo locuaz y conversador, familiar, buena gente y mejor amigo. Acudimos, en su lugar al estilista, adonde recortase el pelo cuesta un ojo de la cara. Se trata de una cita de negocios en vez de la una rutina que nos reserva valores parroquianos que nos muestra lo humano, fuerte y vulnerables que  somos a la vez.

Lavar y planchar la roma en casa, leer a San Agustín con devoción e inteligencia, ver y escuchar en YouTube a Billy Joel cantar Just the way you are, hermosas letras cada día más frescas y profundas a pesas haber sido escritas hace treinta años. Conversar con los amigos, tomar un carro publico o una Omsa, comerse un helado de tamarindo en el Mirador y en el parque de nuestro pueblo o barrio, limpiar los zapatos, no gastar en tarjetas de llamadas lo que necesitamos para comprar un buen libro o asistir a una obra de teatro, comprar coconetes o bizcochos con refresco rojo en un colmado con 25 pesos en lugar  de pagar 200 pesos por el mismo “combo” en una repostería, ir a Jarabacoa en ver de echar de menos Miami, New York o Paris.

Comer en un limpio comedor abierto sin tener que gastar medio sueldo en un restaurante caro sólo para que te vean allí o para ver a alguien.

Comprar ropas caras porque eso te da aceptación,  tomarte un café en la Cuesta o en la Francesa por menos de 25 pesos sin tener que dar un tarjetazo  en Sofía por similar servicio, sólo porque allí se encuentra Fulano de tal.

 Calcular lo que nos ahorramos cocinando en casa antes que llamar a la pizzería, a McDonald o un restaurante de comida rápida, reparar y darle un valor sentimental a tu viejo carro y los confortables muebles.

Observa un estilo de vida sencilla  y podrás vencer los adversos pronósticos de los economistas.  La calidad de vida tiene que ver tanto con los indicadores del PNUD como de los que nos marca nuestra educación familiar, conciencia y, sobre todo, amor a lo que tenemos y somos. Resistirse al consumismo y obviarlo, es una forma de reforzar nuestro carácter y personalidad. Es, la mejor oportunidad de dar el buen ejemplo a nuestros hijos, vecinos y conciudadanos.

El Nacional

La Voz de Todos