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Las hijas de abril muestra poder del cine a bajo costo

Las hijas  de abril  muestra poder del cine a bajo costo

Michael Franco, (Después de Lucía, 2014 y Cronic,2015) acusado más de una vez de ser “hijo predilecto del Festival de Cannes, ha mostrado al público dominicano, que la estima que internacionalmente se le tiene, no es gratuita ni se trata de lo hermoso que pueda resultar su juvenil rostro.

El cineasta y productor ganador ya tres veces en Cannes, no ha recogido la Palma de Oro por gracia o casualidad o favores de la industria.

La pasión que le evidencia Cannes no es para nada fortuita.
Con Las hijas de abril, lo que se evidencia es la consistencia de un director que parte de conceptos sorprendentes que dejan al espectador, sembrado en la butaca, sobre todo por el manejo del sentimiento y el comportamiento humano. El saca lo mejor y lo peor que puede radicar en el alma humana.

Las hijas de abril es una historia simple, amigable y sensual para derivar a una gris densa y morbosa atmósfera que tiene en su centro la ética de la maternidad y el sorprendente potencial de lo débil.
Franco sabe dónde está el resquicio del mejor cine emergente, uno que se hace para sorprender y permanecer en el imaginario colectivo.

Michel Franco descubrió que debía dar al público mucho más de lo que se podría esperar, basado en su creatividad sin demasiados límites y en su perspectiva para conducir un filme por los senderos menos esperados. No apela efectismos.

Hace un cine barato desde la logística simple de sus locaciones.

La diferencia es la sensibilidad en el trato y la sorprendente creatividad en los guiones.

La cinta, pensada para ser rodada en Estados Unidos con talentos norteamericanos, giró hacia Puerto Vallarta y llamó a jóvenes talentos mexicanos y desde España, la experimentada y camaleónica Emma Suárez, en el rol de Abril, la madre que nos abrirá tantas interrogantes con su proceder inusual y rotundo.

Suárez enfrenta un personaje de variadísimas capas de emotividad, desarrollar cada una de ellas y convencernos de que hay seres para los cuales el proceder ético se mide con una propia medida.

Franco se da el lujo de apostar a posibilidades que nadie podría imaginar, torciendo el rumbo de una trama, al pulso firme de un control exacto y medido de los recursos del cine (sobre todo las actuaciones, la fotografía, su dirección de arte y su espectro sonoro.