Economía

Las sociedades cambiarán hábitos para adecuar  la gente a otro modo de vida

Las sociedades cambiarán hábitos para adecuar  la gente a otro modo de vida

El  trabajo de los profetas fue en sus inicios difícil en extremo, sólo compensado por el respeto que collevaba esta algo abstracta profesión no común.

Era raro ver a un profeta andar caminando por ahí desempleado.

Si se cumplían al pie de la letra sus adelantados exámenes del futuro, que eran cruciales, la gente celebraba.

A continuación, casi divinizaba al vector de las verdades que algún dios depositó en un miserable ser humano, convertidos en dones y virtudes agoreras.

En cambio, si el augur no acertaba en sus pronósticos y premoniciones, se eliminaba al farsante mediante el poco cultivado proceso de lanzarle certeras pedradas en forma de lluvia, hasta el agotamiento.

Como para curarse en salud, las pitonisas y pitonisos, decidieron comunicar las noticias provenientes del orden divino en términos cifrados, en un lenguaje parabólico o ambiguo.

De ese modo, entendido como un lenguaje alternativo, de un modo que no contuviera riesgos para los oficiantes que hablaban después de entrar en trance, disminuían las posibilidades del espíritu vengativo ante la tomadura de pelo. 

Además, en Grecia, por ejemplo, estas prácticas que tenían templo, un ritual y un ordenamiento efectivo, eran cuestiones muy consagradas y respetadas -el de Delfos era uno de ellos, talvez el más conocido-, y no se cuestionaban sus resultados.

Después, esos episodios variaron un poco y el falso profeta, si lo era terminaba degradado, olvidado y convertido en el hazmerreír de la gente de la calle o se casaba y exilaba para dar fin al calvario de los comentarios negativos sobre su persona.

El porvenir siempre ha preocupado al ser humano.

Los animales, salvo la hormiga, que sabe tanto, no suelen preocuparse por lo que vaya a suceder mañana.

Ahora es más fácil adelantarse a ciertos hechos del devenir siempre que no sean meteorológicos.

Todavía la ciencia de la predicción del tiempo sigue esquivando las complejidades enormes de los sucesos celestes.

Ambas, predicción y suceso, aún se recelan y se esquivan como enemigas pese a que se han logrado adelantos enormes en ese campo.

Hay tendencias sociales, hábitos diarios y personales y esquemas de conducta que, de acuerdo al patrón de comportamiento contemporáneo, se puede prever cómo cambiarán.

Unos podrían intensificarse.

Otros se decantarán  y declinarán y la gente los olvidarán talvez para siempre.

Ya se sabe que la gente dejará de fumar hasta la casi irrelevancia  de ese vicio nocivo.

Las tabacaleras grandes y pequeñas deberán, en consecuencia, dedicarse a otras actividades, como ya lo hacen de manera parcial todavía.

Habrá una creciente preocupación por la preservación del medio ambiente.

Sobre todo en vistas de los efectos cada vez más visibles y serios del cambio climático.

No importa si este cambio ocurre, como se cree, debido a los efectos del proceso del crecimiento industrial y sus emisiones de gases de invernadero o por efectos de un ciclo natural.

La tragedia, que se multiplicará en razón de estos cambios y que ablanda los corazones, hará más sensible a la gente del futuro inmediato.

Todas estas formas de comportamiento son positivas, obviamente. La gente cultivará más huertos caseros en vista de la tecnologización del campo y la escasez de espacio.

Más y más se inclinarán al mundo natural y al vegetarianismo y más, millones más, trabajarán desde sus casas gracias a los adelantos tecnológicos, precisamente.

Todo esto es fácil de prever porque en alguna medida ya está sucediendo bajo el imperativo de este tiempo.

Delfos

El oráculo de Delfos fue un gran recinto sagrado dedicado principalmente al dios Apolo que tenía en el centro su gran templo, al que acudían los griegos para preguntar a los dioses sobre cuestiones inquietantes. Situado en Grecia, en el emplazamiento de lo que fue la antigua ciudad llamada Delfos.

El Nacional

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