Opinión

Los 80 de Fidelio

Los 80  de Fidelio

Nunca pensé que alguna vez me gustarían los versos de Amado Nervo, pero una amiga me hizo llegar el poema “Estamos en paz” y me sentí resumida en un texto que abarca mis reflexiones actuales:
‘’Muy cerca del ocaso/ Yo te bendigo vida/ porque nunca me diste ni esperanza fallida/ ni trabajos injustos, ni pena inmerecida/ porque veo al final de mi rudo camino/ que yo fui el arquitecto de mi propio destino. /…cuando plante rosales coseche siempre rosas. /Hallé sin dudas largas noches de mis penas/ mas no me prometiste tu solo noches buenas/ y en cambio tuve algunas santamente serenas. /Amé, fui amado, el sol acaricio mi faz. /! ¡Vida, nada me debes! ¡Vida estamos en paz!”.
El cuerpo tiene sus modos de decirse e imponerse. No hay exceso que no se pague. La avidez desaparece y en su lugar un tranquilo proceso de decantación se instala. Lo que a otros urge, salvo la patria y sus dolores, nos parece irrelevante.
Y el tiempo que se comparte adquiere su real dimensión, porque sabemos que este amigo, o amiga, con quien hoy conversamos, puede no estar mañana y entonces atesoramos cada palabra, cada gesto, cada risa.
Solo el creer que el tiempo realmente no pasa, que esta realidad es solo una dimensión de otra más vasta y que en esa otra realidad siempre nos reencontraremos, impide la mortal tristeza de las despedidas. ¡Nos vemos pronto, si no en esta vida en la otra, repetimos, convencidos de que la vida no es más que un hasta luego! Empero, ese hasta luego también tiene sus razones y será feliz si nos despedimos convencidos de que, como dijo el poeta peruano Ricardo Palma:
“No son los muertos/ los que en dulce calma/ la paz disfrutan en las tumbas frías/ muertos son los que tienen muerta el alma/ y viven todavía. /No son los muertos, no/ los que reciben rayos de luz/ en sus despojos yertos. /Los que mueren con honra son los vivos. /Los que viven sin honra son los muertos. /La vida no es la vida que vivimos/ la vida es el honor/ es el recuerdo. /Por eso hay muertos que en el mundo viven/ y hombres que viven en el mundo muertos.”
Y, es ese convencimiento el que puebla de serenidad los tranquilos ojos de Fidelio, que hoy se humedecen ante cualquier gesto de ternura, frente a la inesperada declaración de cariño, frente al respeto colectivo a su trayectoria.
Soy una privilegiada de la vida, me repito, mientras avanzo con Fidelio, entre la basura, la desnutrida niñez, a tropezones por las calles sin asfaltar de las barriadas, donde las manos se extienden, se multiplica el abrazo, y la gente proclama de mil formas: ¡Feliz 80 cumpleaños Fidelio!

El Nacional

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