Reportajes

Los agentes de inteligencia de los estados actúan como semidioses

Los agentes de inteligencia de los estados actúan como semidioses

En el claroscuro ritual y festivo de un club nocturno se le podía notar una cierta felicidad sospechosa en el semblante enmascarado y en una vestimenta de mujer. Quizás bailaba en ese momento, no sin pasión, con un hombre de su espacio íntimo.  Sólo sabían que era él sus más cercanos y su seguridad personal. Lo más probable era que su pareja desconociera su sino, su misión probable y su verdadera identidad.

Era, con perdón del vocablo, el marica más poderoso de Estados Unidos.

Asentado en su rol  de jefe del Bureau Federal de Investigaciones de los tiempos “románticos”, conocido por sus temibles siglas FBI, se transformaba en J. Edgar Hoover. Amaba su doble rol y si le descubrían el menos siniestro, (que podía ser el de travesti)  algo casi imposible, dado su poder, desempolvaba un hábil mecanismo de defensa: se hallaba en un delicado trabajo de investigación.

En realidad, hay que insistir, era lo que aparentaba ser.

Y también era un formidable espía al servicio del establishment, un sabueso ideologizado que veía comunistas por todos lados, hasta en el  alma del ciudadano a toda prueba que se llamó Charles Chaplin, a quien investigó hasta la médula, colocándolo finalmente en una lista de sospechosos de prácticas comunistas

Los políticos de Washington temblaban ante su nombre: conocía sus interioridades tanto como ellos mismos.

La prolongada estadía en el FBI le permitió saber lo que sólo un semidiós podía conocer en términos de intrigas de poder, infidelidades, manías, inclinaciones y sobre todo veleidades ideológicas de la élite artística, política, farandulera y demás piezas de rompecabezas.

Que un hombre tuviera tanto poder en medio de la histeria anticomunista que vivía Estados Unidos en sus días le convertía en un pequeño dictador que actuaba detrás de espesas cortinas oscuras, ya que no era un jefe de elección popular y  su cargo se hallaba pendiente de decreto.

Pero ¿quién le ponía el cascabel al pájaro? ¿Quién se hallaba con suficiente valor (y poder) y niveles de pureza como para enfrentarse a una figura que se erigió en un gurú de la información secreta?

Lo cierto es que para no ser molestados hay que dominar información pero no una que pudiera ser filtrada sino metida en una olla de presión que sólo algunos privilegiados pueden dominar.

Esa información, manejada con los fines de reproducir el poder, resulta top secret y con todo lo controversial que resulte, nadie puede buscar protagonismo con ella aunque se halle investido de un aura de honestidad intelectual y filosófica que lo lleve a revelarla al mundo.

Está prohibido a los mortales simples decir la verdad porque lo que luce y lo que tiene utilidad es ocultarla.

Quien la hace pública se-no quien ejercita un servicio honesto de participarla a través de una filosofía de la transparencia- merece el más grave de los castigos: el descrédito, el juicio, la cárcel sin tiempo.

El mundo ha llegado  a niveles de doble moral que espantan.

PERFIL

Nacido:

Abogado y político estadounidense, nacido 22-05-1895 en Washington, Estados Unidos. Falleció en 1972.

Estudios:

 Cursó estudios de derecho en la Universidad George Washington, de EE.UU.

Cargo :

 Fue Director de la CIA hasta su muerte en 1972.

El Nacional

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