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Los aterradores y vergonzosos resultados de una evaluación

Los aterradores  y vergonzosos resultados de  una evaluación

Me dije: ¡Dios mío, a dónde hemos llegado! Y volví a leer el informe de la “Evaluación Diagnóstica Nacional de Tercer Grado de Primaria”. Por supuesto, nadie ignora lo profundo de la caverna en la cual se depositó, desde hace años, el sistema público de educación. Pero que además de honda esa sima conservase la incompetencia exhibida es vergonzoso.

De la muestra sometida a prueba, apenas el cincuenta por ciento mostró conocimientos elementales. En la asignatura de Lengua Española (la lengua natal), únicamente doce por ciento aprobó satisfactoriamente. Por increíble que parezca, en Aritmética, el número se elevó al veintisiete por ciento.

Recordé a mis padres. Ninguno de sus cuatro hijos llegó a la escuela sin previa alfabetización hogareña. No estaban adscritos al moderno sistema de la “schoolinghome”.

Por la época no prevalecían ni el concepto ni el sistema. Pero estaban seguros de que a esos muchachos les iría mejor en las aulas, si llegaban con algún conocimiento. Pero ese algún era muy amplio para aquellos tiempos.

De manera particular, papá insistía en las dos asignaturas sometidas a la reciente evaluación. La lengua nativa de él era el mallorquín. El español debió aprenderlo en la escuela y más tarde acrecentarlo en el seminario franciscano de Artá, su pueblo. ¡Ay de nosotros, sus hijos!.

Debido a ese recorrido y asunción de saberes, papá exigía hasta lo indecible. Cada uno de los hijos tenía cuadernos adicionales a los utilizados en los colegios. El de la Lengua Española era aterrador.
Después de repasar lo conocido en el día en aula formal, abría su cuaderno. Escribía en la línea de cabecera de la página, una oración.

“Copia tantas veces sea necesario hasta la última línea”, ordenaba.

Y quedábamos sujetos a esta tarea, en la cual, un error, significaba aplicarse a una página adicional con una oración distinta a la anterior, pero repitiendo la palabra sujeta al yerro. Y así, tardes van y tardes vienen, tuviésemos o no escuela abierta en el curso del día.

Este recurso paterno no encaja dentro de la metodología de la enseñanza de este tiempo. Mas rendía –y tuvo- frutos con nosotros.

La escuela de la época no andaba lejos, empero, del procedimiento paterno.

Un programa de la Lengua Española para el segundo curso de primaria, dictado por Ordenanza 842, de 1950, muestra el recurso de la repetición. No se enseñaban entonces las reglas gramaticales. A las mismas se acudía desde el curso siguiente.

Uno de los objetivos del Programa disponía “iniciar la adquisición del tipo de letra reglamentario, mediante ejercicios sistemáticos de caligrafía”. En este curso, además, se incitaba al cultivo de la memoria, mediante prácticas de recitación de poemas infantiles que el educando debía aprender y repetir una y otra vez en el curso.

También se procuraba introducir al aprendiente en el manejo y adopción de nuevas palabras. La ampliación del dominio de palabras se consideraba indispensable en ese programa.

El propio organismo rector del sistema animaba a los maestros a seguir técnicas apropiadas.

En este sentido puede leerse un oficio enviado por Joaquín Balaguer, el 13 de mayo de 1953 a profesores de Guanito, provincia Elías Piña. La Inspectoría de Educación le envió un informe sobre la asamblea quincenal de docentes. Balaguer ejercía por entonces, como Secretario de Estado de Educación y Bellas Artes.

En tales reuniones se trataban, fundamentalmente, asuntos relacionados con el desempeño de las escuelas. Uno de los temas del informe puntualizaba un recurso didáctico de los docentes, en la enseñanza de la Lengua Española.

Se resaltaba el aprovechamiento del ambiente que rodeaba a la escuela para enseñar frases y oraciones a los alumnos.

Balaguer le comentó este punto a la Inspectoría, de esta manera: “Se ha considerado interesante la recomendación hecha por usted al maestro, en el sentido de que la práctica del lenguaje, realizada en forma gradual y natural, mediante ejercicios que se hallen dentro del ámbito de los intereses y las necesidades reales de los niños, debe ser la base de la enseñanza de la Lengua Española, particularmente en los primeros cursos”.

Por supuesto, en esas reuniones de profesores no se podía tratar de otros asuntos. Por la época no se hablaba de huelgas que afectasen la docencia.

A tales temas, por tanto, dedicaré, en algún momento, uno de estos escritos. Porque, a la luz de lo revelado por la Evaluación Diagnóstica, bien vale pasar revista a esas asambleas docentes.

El Nacional

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