Opinión

Los días contados

Los días contados

Son razones de costos, además de las nuevas tendencias del mercado, las que confirman la profecía sobre la desaparición de los periódicos impresos, que en principio parecía una herejía.

La tecnología, por supuesto, ha sido determinante. Con lo que se ha visto, ya nadie duda el pronóstico del presidente y fundador de Microsoft, Bill Gates, quien en 2002 dio 10 años de vida a productos  como el CD, los libros y el cine convencional. Tras la adquisición del emblemático Washington Post por el magnate Jeff Bezos, el propietario de Amazon.com, han vuelto sobre el tapete las interrogantes sobre  la suerte de la prensa escrita.

 A pesar de su legendaria tradición, la familia Graham, que durante décadas fue la dueña del diario que provocó la renuncia de un Presidente, Richard Nixon, por el célebre escándalo Watergate, sucumbieron antes las pérdidas económicas. Pero con el auge de Internet, la suerte del Washington Post, como la de otros grandes medios impresos, incluyendo al muy paradigmático The New York Times, de todas formas estaba echada. El panorama se oscurece cuando el producto carece de interés para los consumidores. La calidad será siempre el reto de todos los medios, sean impresos o digitales.

O sea, que la condición de digital no es de por sí una carta de triunfo. De hecho, muchos han quebrado en muy corto tiempo. Y otros, como “Político”, se han afianzado como líderes de opinión pública. Durante la campaña electoral de 2008 en Estados Unidos, mientras los impresos reproducían los ampulosos discursos de los candidatos, el digital destacaba casos como las residencias de McCain o el guardarropta de Sarah Palin.

 El asunto que ahora se presenta es si los impresos, que superan en lectores, (2,500 a 600) a los digitales, morirán peleando, aliándose y no resistiéndose a las innovaciones tecnológicas, así como redefiniendo su contenido e incluso su blanco de público, o simplemente se rendirán sin ofrecer resistencia.  Pero de que sus días están contados no cabe la menor duda, aunque su defunción no será la del periodismo.

 

El Nacional

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