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“Los Jíbaros” y el Tributo de sangre

“Los Jíbaros”  y el Tributo de sangre

Iglesia del poblado de Boyá, donde en principio emigraron los pobladores de Los Jíbaros.

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Con los contados habitantes que había en Los Jíbaros a inicios de 1900 no se tuvo en cuenta ningún tipo de medida para incentivar o garantizar su permanencia en el lugar.
Al contrario, cuando años atrás se desarrolló la industria azucarera con la explotación masiva de los predios del Este, donados por el dictador Ulises Hereaux (Lilís) a los colonos cubanos-norteamericanos que huyeron de Cuba como el “diablo a la cruz” durante la guerra independentista, sus pobladores quedaron prácticamente marginados de la entonces imparable actividad de los ingenios.

La comarca virtualmente languideció y su reducida economía conuquera apenas les servía para subsistir, al extremo de que hubo una época de necesidades extremas en que sus moradores fueron imputados de ‘cuatreros’ o ladrones de ganado poniéndoles “zapatos a las vacas”.

En realidad, fue una acusación falsa, porque si bien alguno que otro habitante de Los Jíbaros incurrió en ese delito debido al estado de pobreza en que vivían, no menos cierto es que en su gran mayoría los canarios eran inmigrantes laboriosos, muy dedicados al trabajo, especialmente a la agricultura.

La desintegración de la comunidad de Los Jíbaros para mediados de 1930 era irreversible. El caserío fue un pueblo fantasma para cuando el dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina fundó el Ingenio Río Haina con su mayor extensión de área cañera en los pueblos de la hoy provincia Monte Plata (Sabana Grande de Boyá, Hatos de San Pedro, Don Juan, La Gina y La Jagua). Posteriormente, se incorporaron las tierras de Guanuma, Palamara, Pantoja y parte de Los Alcarrizos, en el Distrito Nacional, al Ingenio Río Haina, cuya caña era transportada en ferrocarriles que fueron construidos para tales fines.

Se produjo una verdadera estampida. La mayoría de los habitantes de Los Jíbaros ni siquiera se estableció en San José de los Llanos, donde muchos tenían familiares o eran conocidos, sino que emigraron en caravanas de carretas haladas por bueyes y caballos al histórico poblado de Boyá, radicándose en las lomas contiguas, pero años después, con el auge de Sabana Grande de Boyá, catorce kilómetros hacia el noreste, decenas de familias emigrantes se establecieron definitivamente allí en procura de mejores condiciones de vida.

El paraje Sabana, llamado a partir de 1938 Sabana Grande de Boyá, se convirtió rápidamente en un distrito municipal al que pertenecían los 31 bateyes fundados, en el área de amortiguamiento de Los Haitises, durante la tiranía para albergar a los trabajadores de la caña venidos de todos los confines de la geografía nacional, especialmente de la región del Este, donde ya eran duchos en las labores de corte, tiro y transporte de la caña de azúcar.

Para esos años Monte Plata, Bayaguana y Yamasá eran municipios de San Cristóbal, un adefesio geográfico hecho por Trujillo para complacer su ego de que su provincia natal era superior en población, tamaño y producción a Santiago, lo que no pudo mantener por mucho tiempo debido al auge de la región del Cibao y a su industrialización cada vez más creciente.

Entre las familias que emigraron originalmente de Los Jíbaros hacia Boyá y Sabana Grande de Boyá figuraban los Sosa, Vásquez, Chevalier, Constanzo y Astacio, entre otras tantas que contribuyeron decididamente al auge del comercio, la agricultura y la educación de la entonces naciente demarcación.
Fue el porrazo final para el despoblamiento definitivo del paraje de Los Jíbaros, en la jurisdicción del municipio de San José de Los Llanos de la provincia de San Pedro de Macorís.

El Nacional

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