Discurrían los meses finales del año 2009 cuando Leonel Fernández ( a la sazón presidente de la República y del PLD al mismo tiempo), convocó al Comité Político para conocer algunos puntos del proyecto de modificación constitucional, y revisar el artículo 49 de la vieja Carta Magna, que hacía referencia a dos períodos consecutivos y nunca jamás.
Este tema fue objeto de agrios debates en el Comité Político, por lo que fue sometido a votación y la mayoría votó a favor de la propuesta del entonces mandatario de eliminar el nunca jamás en la nueva Constitución.
En esa reunión sólo Danilo Medina y otros cuatro miembros del organismo peledeísta votaron para que se mantuviera el sistema estadounidense de dos períodos consecutivos y nunca jamás. O sea que en la votación Danilo perdió de mala manera.
El tema había sido llevado al Comité Político porque en todas las consultas que hizo la Comisión creada para redactar el nuevo proyecto constitucional, la población había favorecido el mantenimiento del artículo 49 de la Constitución del 2002 que establecía el sistema estadounidense.
Sin embargo, días después, Danilo tuvo que reunir a sus legisladores para orientarlos en torno a respetar la decisión del Comité Político, a sabiendas de que la eliminación del artículo 49 de la Constitución vieja habilitaba tanto a Fernández como al expresidente Hipólito Mejía.
En esa ocasión Danilo pensó más en la disciplina partidaria y en su responsabilidad política que en los intereses personales. Esa fue la enseñanza de Bosch.
Hubo legisladores partidarios de Danilo que hasta el último momento estaban en rebeldía, porque aseguraban que Leonel quería hacerse con la nueva Carta Magna un traje a su medida y cerrar el paso en el futuro a otros dirigentes del partido.
Pero la firme decisión de Danilo de cumplir con el mandato del Comité Político deshizo los conatos internos y permitió que el partido morado se mantuviera en el poder.
Se trata de dos momentos de nuestra historia política reciente en la que uno de los actores actúa contra el fuerte oleaje que empujan los vientos de la sociedad, mientras el otro demuestra firmeza y coherencia.
