Opinión

Los santos guerreros

Los santos guerreros

Pocas veces vi una demostración tan maravillosa de inteligencia colectiva, como la celebración de los Santos Reyes en Puerto Rico, en medio del alud de símbolos y tradiciones norteamericanas (las “nevadas” de la Plaza las Américas, por ejemplo), con que se ha intentado sepultar la isla.

Así, el Día de Acción de Gracias se ha bautizado como “Pavochon”, porque como a nadie le gusta el pavo este se cocina como cerdo. Lo mismo sucede con el “Halloween”, donde la Santería recupera el espacio de vampiros y brujas medievales, entre congas, timbas, panderos y maracas.

Este enero fueron los Reyes Magos quienes, en rosarios, misas y aguinaldos, asumieron la defensa del medioambiente; del trabajo honrado y el retorno del preso político Oscar López, en una confrontación cultural donde Santa Claus llevó todas las de perder.

Decía Paul Joseph Goebbels, ministro de propaganda de Hitler, que cada vez que escuchaba la palabra “cultura” sacaba el revolver. Y tenía razón, porque la cultura es lo que mantiene viva la identidad de los pueblos, su sobrevivencia psíquica y su determinación de nación.

Es lo que pude constatar, una vez más, en el glorioso pueblo de Puerto Rico, y digo glorioso sabiendo la connotación de la palabra, porque sobrevivir como cultura a 524 años de colonialismo; al avasallamiento del inglés y a la embestida de la cultura norteamericana, ha sido una proeza de nuestra simbiosis cultural como islas del Caribe.

En esa proeza lo mejor de la iglesia Católica ha jugado un papel fundamental. Ver al arzobispo cantando los himnos en la misa, a ritmo de congas y plenas, mientras articulaba los reclamos nacionales e incitaba a la feligresía a aplaudir, cantar y participar, fue una maravillosa y alegre sorpresa. Y verlo iniciar el servicio religioso con un énfasis en la familia; en la identidad; en la preservación de la vida real (no la aun por nacer), la del planeta y la nuclear; mientras hacía un llamado por el retorno a casa de Oscar López, el preso político de más tiempo en las cárceles norteamericanas, otro asombro.

Son la mirra, el oro y el incienso de la inteligencia cultural de todo un pueblo, donde, a caballo, San Santiago y sus guerreros, recorren la isla acompañados de los tres Reyes Magos de la libertad, dignidad y justicia social de una nación que se suena libre.

Borinquen que hoy batalla entre los escombros de lo que fue una economía agrícola convertida en zafacón industrial de las corporaciones químicas norteamericanas, y la sobrevivencia no solo psíquica, sino también física, de su población.
Desigual batalla, donde la alegría, el baile y la música son las mejores armas.

El Nacional

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