Opinión

Lucha entre lo nuevo y lo viejo

Lucha entre lo nuevo  y  lo viejo

En el Partido Revolucionario Moderno se gesta un movimiento de jóvenes dirigentes que apuestan a lo que llaman “cambio generacional” dentro de la organización y la conducción del país para lo cual ya tienen candidatos a la presidencia del partido y de la República, algo que no veo mal siempre y cuando no expresen, como lo están haciendo, un desprecio hacia “los viejos” o “ancianos” como deshechos políticos.

Los viejos que se echen a un lado, que cedan el paso porque ya su tiempo pasó; ahora que vengan “los muchachos y las muchachas”; sangre nueva y rostros frescos, con ideas nuevas y nuevas prácticas políticas, dicen.

Descalificar a cualquier persona por sus años me parece una tremenda tontería que demuestra un profundo desconocimiento de la historia de la humanidad y de las ideas políticas desde que adquirieron carácter científico de la mano de Maquiavelo.

El problema no es si una persona es vieja o joven, la cuestión fundamental está en el ser social que, como decía Marx, justifica la conciencia social. No piensa, ni actúa igual un joven de Los Cacicazgos que otro de Los Guandules.

El primero estudia en escuelas y universidades del país y del extranjero, el segundo, si termina el bachillerato y logra ir a la universidad lo hará en la Autónoma de Santo Domingo.
El hijo del patrón y del obrero, de la misma edad, no piensa ni actnúa del mismo modo.

La revolución cubana la hicieron jóvenes, principalmente de clase media que lograron arrastrar obreros y campesinos. Fidel Castro apenas sobrepasaba los 30 años. Su hermano Raúl era aún más joven. Los que no murieron temprano como el Che y Camilo Cienfuegos se hicieron viejos.

Pero no por ello debían dejar que otros ocuparan su lugar solo porque eran jóvenes. A los jóvenes del asalto al Moncada y los expedicionarios del Granma nadie les dio nada; se ganaron un espacio en la gloria y en la historia.

Los nuevos jóvenes cubanos tienen que alzar los brazos y ganarse sus estrellas y continuar avanzando. Es el proceso del desarrollo.

Cuando Leonel Fernández ganó la Presidencia en 1996 era “un muchacho” al igual que la mayoría de los dirigentes del PLD. Muchos aún siguen siendo relativamente jóvenes. Muchos de ellos, al desclasarse, también se ganaron un espacio, pero en el infierno y en zafacón de la historia por haber defraudado a su generación y conducir el país durante 20 años al desastre y el caos.

Peña Gómez, que tácticamente siempre vio detrás de la curva, hablaba de combinar “lo mejor de lo nuevo con lo mejor de lo viejo” y viceversa, tanto en la dirección del partido, como en la conducción del país.

El Nacional

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