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Manolo Mota Batea de jonrón con el micrófono

Manolo Mota  Batea  de jonrón con el micrófono

En el invierno de 1959 ya había pasado tiempo desde cuando Manuel Mota Gerónimo vendía dulces de coco por las calles de San Juan Bosco para ayudar a mantener su hogar. Ahora, convertido en una celebridad barrial, visitaba a su gente del Oratorio donde años atrás había pulido sus cualidades naturales para el béisbol.

 
Fue la primera vez que uno de los niños con ilusiones de pelotero en las Pequeñas Ligas que organizaba Miguelín bajo la mirada autoritaria del corpulento Arcadio Castellanos siempre con su revólver al cinto, tuvo contacto con el artista en el uso del madero que al decir de Jim Murray “habría sido capaz de disparar un hit acabado de levantar el Día de Navidad”.

 
Eran los tiempos en que el Padre Ernesto dirigía el Oratorio, el Padre Sixto Paganiera, el principal del Colegio, y en el patio de abajo el señor Lara, quien cuidaba el cine e impartía catequesis a los aspirantes a la primera comunión, administraba el quiosco donde se vendía mabí, piñonates, y una amarillenta empanada de harina bautizada como “suela” más por elástica que por dura.

 
Veintiún años después de aquel acontecimiento -el 16 de marzo de 1980- aquel chiquillo era un joven periodista de visita en Dodgertown, el famoso enclave de los Esquivadores de Los Ángeles en Florida, y José -Manolo- Mota el mayor de los hijos varones del matrimonio de Manuel y Margarita Matos, un aspirante a seguir los pasos de su progenitor como jugador profesional.

 
Regalo
Ese día Manolo cumplía sus 15 años, fecha importante en la vida de todos los adolescentes dominicanos, y el mejor regalo que pudo haber recibido en esa fecha especial fue el que le hiciera el equipo de los Dodgers bajo la presidencia de Peter O’Malley: Un viaje de Vero Beach a Tampa en el avión privado del club junto a todos los jugadores destinados al partido de la Liga de la Toronja contra los Rojos de Cincinnati en el Al López Field.

 
En los primeros ocho asientos de la cabina delantera estaban adheridos, en hojas blancas con letras azules, los apellidos de las personas a quienes estaban asignados con el esmerado empeño y rigor de Billy DeLury, el secretario de viajes con anatomía de espagueti y sonrisa permanente: Lasorda, Koufax, Scully, O’Malley, Pichardo (Monchín), Hanley (Claudio), Mota Jr. y Comarazamy.

 
Manolo, quien siguió a Cecilia y precedió a Andy, Domingo, María de Lourdes, Gary, Rafael y Tony en la prole de los Mota Matos, está de moda en estos días por el talento que derrocha como narrador y comentarista en español e inglés en la cadena de transmisión de los Angelinos de Los Ángeles a la que ingresó en 2002.

 
Desde sus días como beneficiario de una beca de béisbol en la Universidad Estatal de California en Fullerton, Manolo se interesó por estudiar Comunicaciones hasta obtener en 1995 una licenciatura con mención en TV en la profesión que abrazó plenamente al retirarse del juego tras agotar sólo 38 turnos de Grandes Ligas como torpedero y segunda base.

 
Su vocación encontraría estímulo al codearse desde niño con Billy Berroa, Tomás Troncoso, Osvaldo Cepeda y otros en las transmisiones radiales y televisivas de los Tigres del Licey de los años 70 y 80, y con Vin Scully y Jaime Jarrín, las voces famosas desde las colinas de Chávez Ravine en Los Ángeles.

 
Reconocimientos
El éxito que le negó el béisbol de las Ligas Mayores ha acompañado a Manolo desde temprana época en su otra carrera. En 1999 le tocó actuar en la película de Kevin Costner “Por Amor al Juego” donde desempeñó el rol de José García, un torpedero dominicano. En 2007 fue seleccionado por las Publicaciones de OC Metro como una de las 25 Celebridades del Condado Orange County, y en 2015 fue reconocido como mejor comentarista en idioma extranjero en la ceremonia Premios Narradores Deportivos del Sur de California.

 
Él vino a la luz del mundo un mes antes de la contienda bélica en 1965 y su padre en Pittsburgh seguía con atenta preocupación los sangrientos hechos, mientras Margot y el bebé Manolo recibían la asistencia y protección de un antiguo compañero de juego de Manuel en María Auxiliadora y la Aviación Militar Dominicana, el inicialista Ramón Jiménez (a) Jompy, el larguirucho de ojos galanos que logró popularidad por su habilidad para estirarse como un compás en el primer cojín de las Estrellas Orientales.

 
Sus primeros pasos en el béisbol los daría en el Colegio Calasanz y luego en la Liga Manny Mota donde formaría combinación de segunda y short con Junior Noboa, cuyo padre Milcíades (a) Chide, presidió la entidad por más de veinte años, siendo íntimo amigo y colaborador del mentor de la misma.

 
Junior, quien duró ocho años como jugador marginal de Grandes Ligas e hizo exitosa carrera gerencial en béisbol, recuerda como la versatilidad de Mota le permitía jugar también en el bosque central y otras posiciones en un equipo donde también brillaron Mateo Alou Jr. y Jochy Alou, el segundo hijo varón de Felipe.

El Nacional

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