Opinión

Mantener principios

Mantener principios

Renunciar es abandonar, dimitir, desistir, claudicar, declinar, abdicar, cesar, retirarse, dejar, adjuntar.
Y yo, tal vez un ave del crepúsculo rosado, no renunciaré a los postulados sacramentales de Jesús, al imperio de la verdad, al respeto y defensa a los preceptos constitucionales, a la ley, tratados y convenios internacionales, adoptados por las instancias gubernamentales pertinentes.

No renunciaré a mis luchas contra las injusticias sociales, la pobreza, el hambre, marginalidad de los desposeídos, los excesos y abusos del poder, vengan de donde venga, sin importar rangos, ramos ni altas funciones públicas, pues los neófitos que irrespetan, desconocen y violen la carta magna, y aquellos que hablan lo que desconocen, cual boca de ganso, le reiteramos que los Derechos Humanos, son la herencia histórica que pertenece a cada hombre, pueblo y nación, plasmado en la Santa Biblia, en la Constitución, Códigos, Jurisprudencia, Leyes y solo los que cometen violaciones a estas prerrogativas, son los agentes estatales; y así lo ha establecido reiteradamente la Corte Interamericana de Los Derechos Humanos, con sede en la hermana nación de San José de Costa Rica.

Jamás renunciaré al legado de la honestidad, la moral, la ética, el trabajo, al magisterio, mientras Dios me lo permita, principios y valores a ser humilde y a vivir con sencillez, sin lujos ni vanaglorias que podemos probar, porque dormimos en paz, gracias a Dios todopoderoso.

Y no renunciaré al reclamo de mis derechos ciudadanos, consignados en la Carta Magna y leyes adjetivas y ser ente de equilibrio entre el poder y la fuerza, un conciliador por antonomasia.

En cambio, sí renunciaré al odio, a las humillaciones, subestimaciones, la insidia, al deshonor, a las intrigas, a las maledicencias de aquellos que no tienen memoria, ni piensan en que la vida, como dice Andrés Maurois, “es un juego del que nadie puede en un momento puede retirarse, llevándose las ganancias”
Rodríguez Marín decía, “en esta vida arrastrada nada es nada, es todo y todo es nada”.

Jamás renunciaré a continuar luchando por mi pueblo de San Cristóbal y el país. A conocer dignidades y valores, a creer en la amistad sincera, practicando el bien en la medida de mis posibilidades, a seguir soñando, creer en la seriedad, verticalidad, el amor sincero, un mundo y una república dominicana unida, más próspera, grande y más feliz.

No renunciaré a la lealtad, porque un ser leal sella compromiso con un abrazo o un apretón de manos. Nadie comprende mejor la lealtad que aquel a quien lo han traicionado alguna vez, y no hay riqueza más valiosa que un buen amigo seguro, aunque ahora existen pocos.

No renunciaré a proseguir luchando por la aplicación de la justicia para todos, a que la ciudadanía tenga más seguridad, a luchar contra la descomposición social y moral que atraviesa al país, a la reforma de los Códigos Penales, del Menor y Procesal, con aumento de sanciones ejemplarizantes.

No renunciaré a ser sepultado en el cementerio de Sainaguá, sin traicionar nunca mis ideales, ni a mis familiares queridos, sinceros amigos, al noble pueblo de San Cristóbal, ni a mi patria, ni a quienes tanto creen en mí.

El Nacional

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