Opinión

Más allá del PRD

Más allá del PRD

 Uno de los graves problemas de la democracia dominicana es no contar con los demócratas necesarios que hagan realidad, con sus hechos, lo que tanto proclaman con sus palabras. Exponerse de forma cínica como partidario de la democracia es muy fácil, no tanto, por el contrario, estar en disposición de ceder poder en interés de fortalecer los mecanismos de esa democracia que se dice defender.

 Quien estimule y no rechace la concentración de poder, en desmedro del equilibrio consustancial al sistema democrático, está descalificado para reclamar, con justicia, el calificativo de demócrata. Ejercer dominio sobre la totalidad, o la mayoría de la institucionalidad, constituye un cercenamiento de los procedimientos naturales de un sistema político destinado a sostenerse sobre la base del contrapeso.

 Alegar que eso es inobjetable siempre que sea resultado de competencias electorales y, por consiguiente, de la manifestación de la voluntad de los ciudadanos, sería eludir el hecho innegable de la precariedad en la libérrima expresión de los votantes, por un lado y, por el otro, la inequidad de certámenes que no propician igualdad de oportunidades para los contendientes. En un escenario de esa naturaleza, es incorrecto hablar de procesos democráticos.

 El PLD, beneficiario coyuntural del actual predominio de una fuerza política, estaría haciendo un cálculo equivocado si considera que tal circunstancia es sostenible a largo plazo, desdeñando la posibilidad de que eso desate iras que haga terminar de mala manera tal supremacía. Cuando algo se nutre de elementos ilegítimos y desecha sus reales potencialidades, tarde o temprano tiende a colapsar.

 Por lo anterior, la tragicomedia del PRD, vigente por su propia ineptitud, más que lamentarse por ella misma, se sufre por la incidencia que en el futuro puede tener en la preservación de la perniciosa correlación de fuerzas en la actual institucionalidad del país.

 Afirmar eso no puede valorarse como un simple deseo de que ese Partido restablezca su dinámica interna, sino como un lamento de que continuemos careciendo del necesario equilibrio de poderes que nos aleje de la peligrosa realidad de dominación unipartidaria amparada en ropajes constitucionales que, por vulnerables, no permiten despojar esa situación de manifestaciones de corte dictatorial.

Lo preocupante es que desde ningún litoral que se analice la problemática, se vislumbra el discurso con la mirada puesta en objetivos trascendentes que  vayan más allá de victorias o derrotas de momento, y nos hagan ver que, de no rectificar, podría devenirnos algo mucho peor.

El Nacional

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