Opinión

¡Más papistas que  el Papa!

¡Más papistas que  el Papa!

SANTIAGO.- Más papistas que el mismo Papa de Roma resultaron ser algunos/as congresistas y prelados, así como personas atrapadas en la defensa de mantener e incrementar más las penas al aborto en la República Dominicana, de acuerdo a las declaraciones del propio Vaticano que introduce el término “aborto indirecto” como la expresión correcta y aceptada por la iglesia católica para aquellos casos en que la vida de la madre peligra, como el “embarazo tubárico o el de cáncer de útero”.

Establecida como alternativa justa en el plano nacional la despenalización parcial del aborto, las reacciones descontextualizadas, desfasadas, incongruentes y exaltadas, han sido intransigentes y hasta encarnizadas por los lados de la iglesia católica principalmente, al punto de prohibirse como tema de discusión en las cátedras universitarias católicas, por ejemplo, dejando en el aire a miles de estudiantes que, no solo se relacionan sexualmente desde el comienzo de la adolescencia, sino que también se realizan o acompañan a realizar los miles de abortos anuales en el país.

Pero como muchas veces las circunstancias son las que deciden el rumbo de los acontecimientos, el caso de la niña brasileña de nueve años violada y embarazada de gemelos por su padrastro de 23 años, en la ciudad de Arrecife, destapó la historia cotidiana de la violencia de género, enfrentó a la iglesia católica brasileña y a la internacional y al Estado brasileño con El Vaticano, por la excomunión de la madre, la menor y todas las personas que participaron en el aborto legal de la criatura. (En Brasil la ley ampara el aborto terapéutico).

Es el puro razonamiento lógico el que indica como el acontecer humano no es una película en blanco y negro, al contrario, nos mantiene en el reto para un ejercicio permanente de ecuanimidad, respeto, consideración y tolerancia de las ideas para aplicar la equidad y la igualdad en base a las diferencias. Y la referencia de la niña abusada y en grave peligro de muerte por el embarazo gemelar y la desproporción médica para su cuerpecito, obligó a pensar al mundo entero, poniéndose en los zapatos de ella, su madre y su entorno.

Hasta el presidente de la Academia Pontificia para la Vida, Rino Fisichella, reprochó en  L’Osservatore Romano, la postura del religioso brasileño José Cardoso Sobrinho y defendió a los médicos excomulgados por llevar a cabo la operación. “Son otros los que merecen la excomunión y nuestro perdón, no los que te han permitido vivir y que te ayudaron a recuperar la esperanza y la confianza”, dijo dirigiéndose directamente a la niña de 9 años.

También el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, debió aclarar que la iglesia de Roma no condena el aborto terapéutico, expresando -por fin- que “Benedicto XVI no ha dicho que haya que rechazar el aborto indirecto (terapéutico), sólo se ha expresado contra los programas de salud reproductiva que defienden el aborto como medio de control de la natalidad”, lo que se desdice con el discurso radical de una parte de la jerarquía católica, seglares representantes del Opus Dei en el Congreso y algunas personas de la feligresía.

La situación dominicana, donde rutinariamente se realizan abortos ilegales que ponen en peligro la vida y la integridad física de las mujeres más pobres, en su mayoría católicas y hasta practicantes, empujadas por la irracionalidad de una normativa enteramente represiva, debería de constituirse en una de las mayores reflexiones nacionales, con la participación de todos los sectores. Sobre todo, de frente a la modificación constitucional que promueve un artículo 30 como base para cerrar la posibilidad a toda controversia en las leyes adjetivas, una obstinación que no debe traspasarse al Congreso dominicano.

Al grupo de católicos, más que de católicas, que en el país obstaculiza el proceso de una discusión sana, hay que recordarle la postura oficial de la Sociedad Dominicana de Obstetricia, SDOG, conjuntamente con la Federación Latinoamericana de Sociedades de Obstetricia y Ginecología, FLASOG, y la Federación Internacional de Ginecología y Obstetricia, FIGO, que propone que se mantenga el texto tal como está aprobado en la Constitución vigente, del 25 de julio del 2002, en el Título III, Sección!, artículo 8-1, eliminándose en la propuesta de modificación la frase “desde el momento de la concepción” y agregando las palabras “en general”, de manera que quede implícito la afirmación válida para la mayoría de las circunstancias, pero que existen “en particular”, algunas otras en que hay que decidir de manera diferente. 

Porque es la ciencia y la medicina especializada quienes deben tener la última palabra, no sea que las mujeres dominicanas seamos las aludidas en perdones y “mea culpa”, por el papado de año 2500!

El Nacional

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