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Meriñoobispo y político

Meriñoobispo y político

Además de orador excelente, que cautivaba multitudes, monseñor Fernando Arturo de Meriño y Ramírez, fue un intelectual de amplia cultura, filósofo y político liberal, aunque en algún momento de su vida de estadista se vió obligado a tomar decisiones, que en opinión de algunos historiadores  resultan controversiales, como es el caso de famoso “Decreto de San Fernando”.

En el año 1861, ya en ebullición la anexión a España por parte de Pedro Santana, Meriño  hizo todo lo posible para evitar la pérdida de la soberanía nacional y  organizó un movimiento armado, cuyo jefe era el general Eusebio Manzueta.

Mucha gente estuvo comprometida con el movimiento, pero a la hora de la verdad el plan falló porque el general José Legar,  responsable del golpe en la capital, denunció a Santana la conspiración.

Santana, visiblemente molesto y dispuesto a materializar cualquier vía de hecho, llamó al prelado a que lo acompañara al balcón del Palacio Nacional desde donde el coronel Manuel Abréu, leía el manifiesto de la Anexión. Al finalizar la lectura Santana invitó a Meriño  a firmar el acta, a lo que el sacerdote  se negó y  Santana ordenó su deportación.

Al triunfar la Restauración, en 1865, volvió  a su Patria y fue escogido para presidir la Asamblea Nacional, mientras Buenaventura Báez juraba como Presidente de la República.

En  un magistral discurso pronunciado en presencia  de Báez le enrostró al nuevo mandatario los errores cometidos durante su ejercicio político. 

Esa pieza, por su elocuencia, ha servido  a varias generaciones como ejemplo de su brillante oratoria.

El doctor Joaquín Balaguer, a propósito de este hecho, cita al historiado José Gabriel García, expresando que “el gran orador se libró de las persecuciones desencadenadas poco después por  el gobierno, solicitando a tiempo un pasaporte para Cuba e imponiéndose voluntariamente el destierro” (Los Próceres Escritores, 1947).

El ilustre sacerdote utilizó la tribuna política y sagrada  para criticar con su ardiente verbo las antipatrióticas acciones cometidas por tiranos, traidores, oportunistas y demás enemigos del pueblo.

En una de esas memorables intervenciones hacia el Presidente Báez,  el llamado “Pico de Oro” hizo un conjunto de advertencias respecto a la forma de gobernar.

“Gobernar un país, vos lo sabeis, ciudadano Presidente, es servir sus intereses con  fidelidad y rectitud; hacer que la ley impere a la propiedad, afianzando el amor al trabajo con todas las garantías posibles; favorecer la difusión de las ciencias para que el pueblo se ilustre y conociendo sus deberes y derechos, no dé cabida a las perniciosas influencias de los enemigos del orden y de la prosperidad; cimentar sobre bases sólidas la paz interior y exterior para facilitar el ensanche del comercio, de la industria y de todos los elementos de público bienestar; esforzarse, en fin, en que la moralidad eche hondas raíces en el corazón de los ciudadanos, para que de este modo el proceso sea una verdad,  se ame la paz y se respeten las leyes y las autoridades”

Monseñor Meriño entiende que el progreso de la Nación es posible si quienes la dirigen poseen un alto nivel de moralidad. Para ello aconseja escoger los mejores hombres sin importar banderías políticas: “Escoged siempre a los ciudadanos de conocida honradez, a quienes solamente se deben encomendar los destinos públicos, poseyendo aptitudes para desempeñarlos.

Escogedles de cualquier partido político que sea, que entre hombres de bien, un gobierno ilustrado no debe hacer diferencia”. Sólo así podrá evitarse la repetición de un triste pasado que el mismo prelado se encarga de rememorar. Veámos:

 “Tiempos hemos tenido en que el vicio y el crimen, apoyados en los brazos de la tiranía, invadieron los puestos públicos e hicieron de los bienes de la Nación su patrimonio. Del reinado de la inmoralidad vino la venta de la Patria”.

 De  la misma forma que establece quiénes deben gobernar al país, Meriño sostiene que deben ser excluidos  de la administración pública los malos ciudadanos, “los que se adueñan de la propiedad ajena, los desfalcadores de los bienes nacionales, los que negocian con la justicia, los que especulan en utilidad propia con los empleos y los  tránsfugas que moran  de partido en partido y que sólo aspiran a medrar, estimulados por la sed hipócrita de innoble ambición”

 En la última parte de su discurso frente a Báez  el prelado insiste en su interés de que para gobernar a la Nación sean escogidos los buenos patriotas y los hombres de principios por cuanto éstos, “están siempre dispuestos a prestar sus servicios a los gobiernos progresistas y liberales, a los gobiernos verdaderamente nacionales”.

 Meriño fue Presidente de la República en el bienio 1880-82 y en su gestión  el general  seibano Cesáreo Guillermo lo combatió inmisericordemente. En 1877, siendo párroco en El Seibo, el sacerdote  escribió sobre  algunos acontecimientos escenificados por el brigadier. Otros sectores que abominaban  al destacado mitrado, político y educador fueron  seguidores de la corriente hostosiana  y los conjurados en el magnicio contra Lilís.

El presidente liberal nació en el año  1833, en el paraje Antoncí,   común de  Boyá, en Monte Plata, hijo de Pedro María de Meriño y María Bruna Ramírez. Sus padrinos José Antonio Hernández y María de Jesús Ramírez  lo llevaron a vivir siendo niño al barrio San Carlos, de Santo Domingo, pero no se ha establecido a través de qué (o de quién) logró entrar al Seminario Conciliar, aunque se estima que fue  a través del Arzobispo Portes e Infante.

Loor a Monseñor Meriño,  a  105 años de su nacimiento!

El Nacional

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