Opinión

MI VOZ ESCRITA

MI VOZ ESCRITA

El viernes pasado, en la primera entrega de este escrito, como si tuviera mayor aval que el que me confiere la militancia incuestionable de más de cuarenta años en la más añeja y gloriosa de las organizaciones políticas nacionales, me permití lanzarle un alerta franco y sincero a los pocos dirigentes de la cúpula del PRD que respetan la memoria del doctor Peña Gómez, y los llamé la gente sana del perredismo.

Le dije a esos ejemplares y dignos compañeros que, si es preciso, hay que desgañitarse denunciando a los culpables de la hecatombe económica que hoy sufre la mayoría del país, hasta que reconozcan su falta y asuman su responsabilidad. Eso de querer taparse unos con otros, y luego festejar sus propósitos a ritmo de chercha burlona, tiene que ser contrarrestado con coraje.

Con el coraje que aconseja una voluntad política firme, a los fines de impedir que a los jumentos en que la mafia peledeísta  ha convertido a los depauperados de la nación, se les aumente la carga. Total que esos malditos serían los grandes beneficiarios, si se evita el estallido de una justa rebelión. No obstante, lo cierto es que la inercia no tiene espacio en el hoy que nos acosa.

Saludo con todas las fuerzas que aún me proporciona la ortodoxia perredeísta, acaso en un exceso de optimismo, la oportuna y loable iniciativa de los mentores de la “Nueva Mayoría”. Sin embargo, les advierto que cuando un término es usado con la finalidad de renegar raíces, como es el caso del tristemente recordado “Nuevo PRD”, y de por medio hay una traición, la reacción es de rotundo rechazo.

Y para que luego no se alegue ignorancia, quiero dejar sentado que si se tiene interés en que la intención prospere, primero hay que tomar conciencia de que la “Iglesia” es un poder fáctico que jamás obrará a favor de los desposeídos; y que la hipocresía es su arma más efectiva, cuando se trata de salvaguardar los intereses del Poder…

El Nacional

La Voz de Todos