Opinión

Mi voz escrita

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Los perredeístas y las limitaciones

Uno de los deberes esenciales del hombre,  en tanto ser político y social, es crear conciencia de sus limitaciones, pues si cada quien se cree con las condiciones cualitativas necesarias para alcanzar lo que se propone, corre el riesgo de recibir fracasos encadenados. No es verdad que todos estemos dotados de las virtudes pretendidas.

Desde tiempos inmemoriales el pueblo acuñó esa perogrullada en versos alejandrinos, y para que no se olvide el gran Miguel Matamoros, acaso por inspiración realista, la engalanó con música, a ritmo de son montuno: “Hasta los palos del monte tienen su separación/ unos sirven para leña y otros para hacer carbón”, escribió el singular cantautor y músico cubano.

La igualdad que consagró la Declaración de los Derechos del Hombre, y que tanto reivindica y proclama la democracia moderna, es “una auténtica utopía”. Si no somos iguales, no puede haber igualdad. El lema: Liberté, Égalité et Fraternité, es la retórica conveniente a la Francia de la pos-revolución, después de la corrupción generalizada que patrocinó la monarquía de los Luis.

Considero que nadie es inferior, moral ni espiritualmente. Sin embargo, eso no da “patente de corso” para cuestionar que haya gente, en este caso perredeistas, con cualidades innatas o adquiridas, más capacitados que otros para desempeñar un rol determinado. Y, como diría el inmenso Cantinflas… Ahí, está el detalle.

 En el PRD, más que en cualquier otro partido, los dirigentes, medios y de base, no admiten sus limitaciones, y entorpecen la dinámica interna con sus desmedidas ambiciones, sin que, según parece, haya una autoridad que aplique “la regla de juego” e impida que la ignorancia alimente aspiraciones atrevidas en nombre de un clientelismo que se critica, pero que se practica, disfrazado de “democracia participativa”.

En la cúpula sucede otro tanto con algunos de sus dirigentes. Saben perfectamente que su poder de convocatoria es casi abstracto, que sus ascendientes políticos están sustentados en los débiles pilares del clientelismo zigzagueante y artero, que la fuerza intrínseca de un colectivo es la unidad, y, no obstante, “los bueyes” prefieren halar contrario y no en yunta.

Ese comportamiento es más notorio a partir de la llegada al Poder del doctor Leonel Fernández, debido al torpe análisis que llevó a algunos perredeistas a la conclusión de que “si él pudo, yo también puedo”. Premisa cuya inferencia, tendría que ser producto de una mente del todo obtusa, y, en consecuencia lógica, carente de raciocinio.

El doctor Fernández es hoy presidente por tercera vez, porque su formación básica es pro imperialista,  y su alegada maleabilidad personal le permitió a Bosch hacer de él, el heredero ideal de la representación oligárquica que, según se argumenta, el autor de “La Mañosa” compartió con Balaguer, luego de transigir ante el capital familiar.

El Nacional

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