Opinión

MI VOZ ESCRITA

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La forma sinuosa con que el presidente electo, Danilo Medina, se ha manejado en el proceso de transición, luego de afirmar con marcada jactancia haberse preparado para ser presidente de la República, sugiere que es ahora cuando ha entendido que le será poco menos que imposible ejercer sus funciones como él hubiese querido.

La situación de Danilo, no es fácil de vadear; es semejante a la de Don Quijote, según el relato de Miguel de Cervantes y Saavedra, solo que al revés. Mientras el Quijote se planteó luchar contra molinos de viento que creía gigantes enemigos, Medina, está obligado a hacer sentir el peso de su investidura a los que pretenden hacerlo fracasar.

Ese propósito no se logra por casualidad ni con buenas intenciones; sobre todo, cuando del madrugar se hace un hábito, a los fines de “agarrar al otro asando batata”. Sin embargo, para toda perversidad, la sabiduría popular tiene el antídoto: “Para uno que madruga, otro que no duerme”. Tan sencillo, como eso… 

Danilo tiene que abandonar la retórica fácil que proporcionan los sofismas y los eufemismos envueltos en parabólicas metáforas.  Abocarse a asumir un discurso, ríspido si es preciso, que viabilice la praxis de la verdadera voluntad política de realizar lo prometido, debe ser la consigna de la hora. No más frustraciones para quienes apostaron a la panacea de un cambio seguro.

Las presiones mediáticas para que el gabinete y los directores generales con rango de secretarios de Estado renuncien, no es más que síntoma de impotencia. “El pleito que ha de echarse, no hay por qué posponerlo”. El Estado, no es una heredad exclusiva de los miembros del Comité Político del PLD.

La situación crítica que sufre mucho más de la mitad del conglomerado nacional, está a punto de estallar cual barril de pólvora, debido a la avaricia de unos pocos desalmados. Parece llegado el tiempo de que Danilo Medina haga suyo el lema de familia del Poeta de América, José Santos Chocano: “O encuentro camino, o me lo abro… “. 

El Nacional

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