Opinión

MI VOZ ESCRITA

MI VOZ ESCRITA

En el inicio de esta reflexión, surgió una manifestación del comportamiento humano difícil de encontrar. Me refiero al acto de agradecer. Desgraciadamente, la gente no es muy dada a reconocer el valor intrínseco de un favor, cual que sea, cuando es requerido en un momento por lo regular apremiante, y, además, es desinteresado “in latu sensu”.

Como de hecho, hay  turpenes que hasta abandonan los lugares en que interactuaban con el cristiano que los favoreció, para no acordarse de la deuda de gratitud contraída, confieso que me llegó al hondón del alma la expresión de agradecimiento al doctor Pappy Fernández de mi apreciada amiga Rosalía, sobre todo, porque ella no sabía que él y yo somos como hermanos.

Al doctor Pappy Fernández lo conocí en la clínica Cedeño, donde hacía pasantía, y empezó a perfilarse como un émulo auténtico del doctor Antonio Záiter, el médico que con mayor espíritu filantrópico ejerció la profesión hipocrática, acaso obedeciendo algún mandato divino que nunca divulgó. A eso me referiré cualquier día de estos.

Lo importante es la experiencia que me proporcionó la conversación que sostuve con el ilustre galeno, digno discípulo en el tiempo de Hipócrates y orgulloso descendiente de los Fernández legítimos; de los Fernández prohombres de Puñal, Santiago. No de esos que saben que no lo son, y se empeñan en usurpar la estirpe.

Pero bien, el tratamiento que está aplicando con éxito tangible el doctor Pappy Fernández en la unidad de cirugía plástica y estética  de su centro hospitalario, situado en la avenida Pedro Livio Cedeño esquina José Dolores Cerón del ensanche Luperón, es a base del plasma sanguíneo de cada persona. Ese plasma individual es rico en plaquetas y factores de crecimiento que actúan como mediadores biológicos naturales que catalizan la regeneración de los tejidos.

Es importante destacar que, además de que el proceso regenerativo es ambulatorio, y confiable 100%, en tanto no hay riesgo de rechazo, también es muy asequible.

El Nacional

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