Opinión

MI VOZ ESCRITA

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Quien en estos momentos de incertidumbre que padece el país político, como consecuencia de los desaciertos cometidos por  Danilo Medina en el corto tiempo de su mandato, cuestione que él se preparara para ser presidente, como afirmó luego de ser electo, puede y no puede tener razón, sin que el juicio sea un contrasentido. El asunto es medularmente circunstancial.

Cuando Danilo decidió prepararse para ser presidente, es obvio que pensó en un relevo institucional, ya sustituyendo a un presidente de una organización política contraria o a otro  de su propio partido, como ocurre en los países democráticos de otras latitudes; sin traumas ni viles componendas para el futuro casi inmediato, y mucho menos condicionado hasta el tuétano     

Sin embargo, el flamante titular del Ejecutivo en vez de reaccionar como debiera, es decir, haciendo valer su mandato amparado en los literales (a) y (b) del numeral (2) del artículo 128 que especifica las Atribuciones del Presidente de la República, prefirió resignarse, acaso por temor al “politburó” que lo fiscaliza, y sí es implacable.

Es el único motivo, con aparente perfil lógico, que podría alegar Danilo para pretender justificar la cómoda interpretación que le dio a la abstracción del filósofo José Ortega y Gasset en cuanto al comportamiento del hombre frente a la circunstancia, por supuesto, en acepción genérica. Jamás el ilustre pensador español planteó que había que sucumbir ante las adversidades de las circunstancias.

En su obra Meditaciones del Quijote, con la frase “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella, no me salvo yo”, lo que él plantea, precisamente, es la lucha que hay que librar para que las circunstancias no se impongan a la condición de ser del individuo, sin cejar ante las dificultades que se presenten. Se me ocurre que los yerros de Danilo se deben a que “no reparó en quién le aparejaría el burro”.

El Nacional

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