Opinión

MI VOZ ESCRITA

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Reflexión atrevida

 

Lo que más se parece a Dios es un Presidente”. Esta expresión, acaso dicha la primera vez con ánimo lapidario, y aunque hoy día está acreditada como una verdad cuasi proverbial por ser acuñada en tiempos inmemoriales, se me antoja incompleta.

Es más, me atrevo a asegurar que la parecida deidad adquiere mucho más valor, si se tiene entre las piernas las órbitas que no tenían los que con razón alude el inmenso Pedro Mir en su inmensurable canto a la Patria.

Hay que ser “cuatriboliao” para no pecar de irresoluto y deshumanizado en grado superlativo, al no asumir el reto que grita voz en cuello la responsabilidad que precisan casos como el que se debate en la actualidad sobre la despenalización del aborto a nivel constitucional, en situaciones específicas.

¡Ojo al Cristo, señor Presidente! Si se deja imponer el arcaico e insensible criterio de los que tienen un concepto obtuso sobre el derecho a la vida, “cuente y diga” que tiró por la borda su pasado, su presente y su futuro…

Solo si se tiene el coraje necesario para demostrar que en verdad existe la intención de “hacer lo que nunca se ha hecho”, es creíble que la observación del presidente Medina busque enmendar las aberraciones contenidas en el nuevo Código Penal, aunque haya que reformar la Constitución.

No se necesita un ápice de inteligencia para descubrir la farsa que se pudiera estar tramando y comprender que cuando la voluntad está supeditada a designios calculadamente impuestos, por más que se pretenda hacer creer una supuesta buena intención, es de razonamiento elemental encontrar “dónde croa el maco”.

El presidente Medina tiene que entender que el encuentro que le pide el agraciadamente saliente Cardenal López Rodríguez, solo persigue dar su último coletazo, cual tiburón agonizante, si él se lo permite.

Pienso que al primer mandatario, parodiando el ideario del patricio Juan Pablo Duarte, “nunca le será tan necesario como ahora tener salud, corazón y juicio; hoy que a nombre de la religión se pretende condenar a muerte a la mujer dominicana.

¡Ojo al Cristo, señor Presidente! Si se deja imponer el arcaico e insensible criterio de los que tienen un concepto obtuso sobre el derecho a la vida, “cuente y diga” que tiró por la borda su pasado, su presente y su futuro…

El Nacional

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