Opinión

MI VOZ ESCRITA

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Para que no se olvide…

El asunto de la historiografía en este país ha llegado a un punto tan vergonzoso que para un ciudadano que se respete, debe ser preocupante. Ya es intolerable que se siga manejando la verdad histórica como hasta ahora. Cuando no la manipulan “ex profeso”, la excusa es la desinformación amparada en “el error humano”.

Da rabia, pena y vergüenza a la vez que con la sola excepción de don Américo Lugo y del licenciado Emilio Rodríguez Demorizi, los que llaman historiadores contemporáneos y los posteriores a ellos, se hayan dedicado a tiempo completo, como quien se entretiene con jugar a ser villano, a tergiversar los hechos.

No sé bien el concepto que sobre la historiografía tienen ciertos estudiosos de la historia, pero lo imagino. O más que imaginarlo, lo intuyo. No hay actividad humana más lucrativa, aunque denigrante, que servir incondicionalmente a los que detentan el Poder.

Cuando el dictador Ulises Hilarión Heureaux Lebert, mejor conocido como Lilís, se refirió a la irresponsable dicotomía de los políticos de entonces con la expresión: “en política se es culo o fuete” habló en sentido figurado; recreó el “to be or no to be” de William Shakespeare.

Sin embargo, parece que nuestros políticos, con excepciones que sólo confirman la regla, y los dizque historiadores actuales, han decidido ser culo. La sinuosidad de sus actuaciones obliga a recordar al reptil más representativo de la perversidad y el pecado. Y todo, a cambio de un ostentoso “modus vivendi”.

La prosternación es una suerte de felación política. ¡El que es capaz de prosternarse, también es un sodomita pasivo!
Enfrentar a los que han hecho del medrar un hábito, más que un deber es una necesidad insoslayable; porque, si no, la solución podría ser “para que no se olvide”…

El Nacional

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