Opinión

MI VOZ ESCRITA

MI VOZ ESCRITA

La degradación que transita la sociedad dominicana, hace tiempo que se siente en la comunicación; tanto de fondo como de forma. Principalmente a través de la radio y la televisión. Los niveles que ha alcanzado son tan asqueantes, y, por demás preocupantes, que parece llegado el momento de correctivos que al menos detengan su insufrible carrera desbocada.

 En cuanto al fondo, el asunto es de tal gravedad que ronda el “crimen de lesa educación”. A los maestros se les irrespeta y desautoriza de manera alegre y cotidiana en programas con cobertura nacional e internacional, gracias a las ondas hertzianas de alta frecuencia y a la web, servicio “non plus ultra” de la revolucionaria Internet.

A los estudiantes se les sumerge día tras día en una sentina de confusión, que ya no saben a quién creerle. Como si gozaran de patente de corso, ciertos comunicadores, hasta afirman que las malas palabras no existen, si están en el diccionario. ¡Qué manera de lanzar por la borda la urbanidad y el buen decir que aprendieron, en las aulas y en el hogar, nuestros hijos!

Y pensar que los responsables de tal ignominia son los dueños de medios de comunicación, en su mayoría analfabetos funcionales, sin el más mínimo criterio de la misión educativa que deben desarrollar para contribuir a la formación integral del individuo, en tanto ente principal de la sociedad. Lo fundamental para los usufructuarios de las frecuencias de radio y canales de televisión, es el lucro desmedido.

No importa que a través del contenido programático que difunden, se agreda constantemente la moral social que tanto predicó en su texto del mismo nombre, el educador puertorriqueño Eugenio María de Hostos, el más insigne de los maestros latinoamericanos. Y ni hablar del bochornoso uso de la palabra.

En la actualidad, tanto en noticiarios como en los programas de variedades, radiofónicos y televisivos, hay  un permanente culto al desconocimiento de las más elementales reglas gramaticales.

El Nacional

La Voz de Todos