El viernes pasado, en la primera parte de este artículo, dije erróneamente que aunque con más de dos meses de retraso, el presidente Danilo Medina decidió cumplir el mandato del literal (g), numeral (2) del artículo 128 de la vigente Carta Sustantiva. El desliz consistió en que la verdad es que el mandatario no cumplió con la disposición, sino que, a sabiendas de que el artículo 235 graciosamente lo exculpa y le brinda la oportunidad de burlar el dispositivo del artículo 112 sobre las leyes orgánicas, adrede dejó vencer el plazo.

Una vez más, como si fuera un designio propositivo del destino, adquiere vigencia la sabiduría contenida en el proverbio el que hace la ley, también hace la trampa que desde tiempos inmemoriales acuñara la experiencia para dejar al desnudo las diversas formas a que la perversidad recurre con el fin de lograr un propósito. En el momento que los estrategas del PLD se negaron a que la reforma a la Constitución se hiciera mediante La Constituyente lo más lógico era colegir que algo olía a podrido en el Legislativo, y que había que evitar cualquier entuerto.

No obstante, eso no es lo más grave; lo peor de la conspiración que se orquestó para reformar la Carta Magna a través de la Asamblea Nacional con poder constitutivo, es la actitud asumida por expertos en Derecho constitucional que solo hay que reparar en su procedencia académica para saber a cuales intereses sirven. A pesar de ser desconsiderados, en tanto sus recomendaciones fueron desestimadas, se adocenaron a tal punto que, sin rubor, hoy ocupan cargos en las altas cortes creadas para el monopolio de la justicia.

Finalmente, para que no haya duda de que la intención era desconocer el mandato del artículo 112, cuando así lo requirieran las circunstancias, y esta es una, solo hay que leer el numeral 23 del artículo 55 de la Constitución> Someter al Congreso, durante la segunda legislatura, el proyecto de Presupuesto de Ingresos y Ley de Gastos Públicos correspondiente al año siguiente