Opinión

Mike Pence

Mike Pence

Todos los sistemas de adivinación coinciden, y dentro de esa gama, los chinos son legendarios. Por eso, las predicciones para el 2016 eran tan preocupantes. Este 2016 venía terriblemente aspectado, con lo que definieron como “una línea de muerte”, donde en el nordeste del planeta habría “pandemias, guerra y conflicto”. “Año de lluvias”, pero de “aguas contaminadas” porque inundarían “tierras decadentes”, pronóstico que para nosotros, sobrepoblados de presas de cola de la industria minera Barrick Gold, que trabajaba con cianuro, es muy preciso.

Es por eso que el surgimiento de Trump me conmociono y a pesar de los pronósticos de los medios sobre Hillary algo me decía que no la dejarían gobernar, veía un complot donde el FBI jugó el papel preponderante. Ahora, que el Kukuxklán celebra la victoria de Trump con grandes marchas, quizás entendamos la puerilidad del debate sobre los “e. Mails” de Hillary, y su “potencial negligencia frente a la seguridad nacional” de USA.

De todos los testimonios de Jackie Kennedy, el que más me impresiono fue el relacionado con su reacción instintiva frente a Lyndon Johnson, aquel tejano que el Partido le impuso a su esposo como compañero de boleta. El asesinato de Kennedy, corroboraría sus premoniciones.

Hay algo en Mike Pence que me disturba. Quizás tiene que ver con el muñeco de un ventrículo que giraba la cabeza y fue terror de mi infancia; o con Johnny Carson, cuyo rostro y lenguaje corporal, su risa forzada, me parecieron siempre terriblemente falsos. Ambos son idénticos a Mike Pence, un intelectual de ultra-derecha, hoy vicepresidente de Trump, producto de su hábil cultivo del fanatismo de las religiones evangélicas ultraconservadoras, y de su habilidad para suavizar las brutalidades de Trump y recuperar las lealtades perdidas.

Los Partidos Republicano y Demócrata son una eficientísima y poderosa maquinaria, definida por muchos como “diabólica”, porque ambos representan los intereses del uno por ciento de la humanidad que usufructúa los bienes del otro 99 por ciento. Apertrechada en su egoísmo, la clase que aglutinan es un vómito de Dios.

Trump no es más que su vocero más visceral y ruidoso, y por lo tanto menos peligroso. Ya realizo la tarea para la cual fue seleccionado: La más efectiva manipulación mediática (su especialidad) de la infeliz clase trabajadora de su país (con un altísimo nivel de alcoholismo y suicidio por las altas tasas de desempleo y el ninguneo social), que hayamos conocido desde la Segunda Guerra Mundial.

Es por eso que ahora el sistema deberá decidir si Trump, con su denuncia del antinacional poder corporativo que emigra en búsqueda de mayores ganancias, perjudicando la economía nacional, les es tan útil como Mike Pence. Pronto lo sabremos…

El Nacional

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