Opinión

Modelo de “éxito” del Presidente

Modelo de “éxito” del Presidente

El accionar político del presidente es una especie de radio transmisor en dos frecuencias. Recurre a la primera cuando pretende conceptualizar. Es la onda de la teoría. En función del escenario receptor de sus emisiones, pone en el aire la programación que interesa escuchar a su auditorio. En ese ámbito es brillante porque dispone del menú preferido de sus comensales. Tiene, por esa alta calidad, mucha audiencia y patrocinadores.

 La otra cabina regula sus prácticas políticas. Al monitorearse ambas transmisiones, es inconcebible aceptar que respondan a idénticas visiones  y similares estrategias de poder. Más bien se proyectan como polos antagónicos, donde uno se esfuerza por convencer cómo deben ser las cosas para que la política se convierta en instrumento de servicio colectivo. El otro alecciona sobre las maneras de obtener la glorificación personal y egoísta.

 No se trata de nada nuevo. Tan viejo, que se repite, con honradísimas excepciones, desde la fundación de la república hasta él, su más reciente y penoso exponente. Está enraizada en la mentalidad de los gobernantes la convicción de que, en última instancia, lo trascendente es la preservación del poder, desdeñando qué se hace con eso y la mayor o menor repercusión de ese ejercicio en la vida de los gobernados.

 Esa equivocada tesis está en el centro de las causas que han determinado la concentración del poder que hemos tenido, traducida en el hecho de que hayan ascendido al solio presidencial pocos personajes en un extenso período. Un hilo conductor común los identifica: La construcción de un hermoso edificio conceptual miserablemente derribado con prácticas políticas que son gigantescas máquinas demoledoras.

 Resulta inevitable establecer la indisoluble relación existente entre esas extensas gestiones gubernametales y los resultados que, como nación, hemos obtenido en estos largos años de vida republicana. ¿Pueden desvincularse los índices precarios que nos caracterizan de esas gestiones de gobierno? No. Son, por el contrario, protagonistas directas.

 ¿Son esos índices negativos consecuencia de la falta de recursos económicos? No. Somos de los países que más han crecido, lo que implica el manejo de inmensos capitales. Ha habido, en consecuencia, una pésima administración de fondos cuantiosos, lo que convierte en irresponsables a quienes han tenido el deber de actuar de distinta manera.

  Es evidente que esas reiteradas reelecciones no han sido resultado de excelentes gestiones públicas. Se ha tratado de una adecuación a los mecanismos tradicionales de poder económico, político y social que son, al mismo tiempo, causantes de que entre nosotros si algo cambia, es para que todo continúe igual.

Eso ha hecho Leonel Fernández. Continuar, pese a un discurso crítico que es una pose cómica, un sistema político que ha demostrado su agotamiento irremisible. Por eso, bajo su égida, la nación se reitera en sus históricas miserias y él se ha convertido en una postalita repetida de un álbum que requiere un rediseño mayor para disfrute de sus ansiosos coleccionistas.

A los fines de la mayoría, cuyo beneficio debe ser el objetivo de todo político responsable, ¿puede llamársele exitoso a ese camino transitado?. En un tribunal que lo juzgue en función exclusiva de su persona, saldrá absuelto por sus logros. Aquel que evalúe sus aportes al desarrollo humano de sus gobernados ordenará, de forma irrevocable, la máxima pena.

yermenosanchez@codetel.net.do

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