Opinión

Moderación y oposición

Moderación y oposición

El sistema democrático universalmente descansa en las instituciones. Si las instituciones no son independientes, indistintamente de que se respeten los derechos humanos y haya libertades públicas, estamos en presencia de un régimen dictatorial, como en efecto ocurre en la República Dominicana, condición corroborada por tratadistas de las ciencias sociales y políticas.

No hay una sola institución pública que no esté bajo el control del Partido de la Liberación Dominicana. Todas están dirigidas por prominentes dirigentes de esa organización o en su defecto por piratas de la política vernácula como es el caso del Tribunal Constitucional, cuya principal obra ha sido incentivar el racismo y la xenofobia a niveles nunca antes vistos en nuestra sociedad. Desde el año 2004 los excesos han estado a la orden del día. ¿Bajo qué argumentos se puede hablar de democracia en un país en el que desaparece el dinero de un empréstito millonario, desfalcan los organismos estatales, usan los recursos públicos en la campaña electoral, se firma un contrato como el de la Barrick Gold y el presidente del partido en el poder es objeto de una acusación de un convicto por narcotráfico sin que la justicia no investigue nada?

Este es un país donde un escándalo hace olvidar a otro escándalo y nadie dice nada, porque a las autoridades judiciales se les prohíbe, desde el poderoso Comité Político, procesar a sus compañeros, el grueso de los medios de comunicación social ha estado al servicio de la corporación, el empresariado teme a la persecución y la cúpula de la Iglesia Católica aprueba los excesos o guarda silencio.

En la mayoría de los países las autoridades de la Iglesia Católica abogan por la decencia, el orden y la moderación. Aquí no se ve con mucha frecuencia. Del cardenal dominicano Nicolás de Jesús López Rodríguez se puede escribir un libro de más de mil páginas. Y para monseñor Agripino Núñez Collado los problemas dominicanos se acabaron.

Pero quizás monseñor Núñez Collado tiene razón respecto a la ausencia en la moderación, porque para ser moderador o mediador tiene que haber partes en conflicto y la dispersa y fragmentada oposición no pide nada a Agripino, como si todo anda muy bien. ¡Válgame Dios!

 

El Nacional

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